No es la idea más original, ni el desarrollo más potente, pero estos primeros números de la serie resulta amena. Los primeros seis números de The Normals editadas por Planeta que sigue con su plan de sacar productos de la editorial Aftershock. El autor desarrolla el juego de espejos entre sintetizoides y personas orgánicas, una familia normal en la que existe el aroma a tarta de manzana, que acaba tratándose de una utopía que se consume, explotando la realidad para convertirla en delirio, recordando obras mañanas como La visión de Tom King. Entran en la zona de extrañismo, de descubrimiento (vengo de «Estadísticas anormales», donde aparece la sensación de Truman -del Show, claro-) que solo podría descubrirse a través del Test de Turing o la versión apócrifa de Blade Runner, vía Philip K. Dick, del Test Voight-Kampff.
Los recuerdos implantados, el terror a las arañas, la coherencia psicológica, lo que siempre creías resulta que no existe, las poblaciones mínimas, oscuras, abandonadas. Me recuerda a las guiones de John Byrne, los super skrulls convertidos en vacas, la leche de las vacas, el homenaje que ha hecho en la última etapa Ryan North, que nos muestra esas poblaciones perdidas, ausentes, atrapadas en la nada de un tiempo que se detiene. Los Muerdebots quieren vivir. Como los Terminators.
«La araña no puede hacerte daño», es el producto interior el que está en lucha con el exterior. Por eso la pregunta siempre es la misma, ¿La IA puede evolucionar hacia la conexión familiar? Sensible, sexual, violenta, no tengo ninguna duda. Los que somos padres nos arrastramos hacia la empatía. Por supuesto, el que programa, se maneja con el Dungeon&Dragons, no estamos locos, es el paralelismo entre el que juega y el Master. Me ha encantado esa parte. Es un buen momento de paranoia, un guiño magnífico. La idea de despertar otros durmientes. ¿Recuerdas los tiempos de la Guerra Fría? No hay muchas dudas, te quedas dentro o te vas.
Añadir las búsquedas de internet, la web profunda, no todo está allí, todavía quedan registros en papel, décadas oscuras que no se han transcrito. Todos los ochenta han pasado por el escáner, pero los noventa no. El cambio de siglo. Ayuda haber sido programado para conocer tu tiempo y tu lugar. Avanzar en la historia, descubrir, cómo los efectos psicosomáticos y las lágrimas se pueden programar con unas líneas de código.
Cómo odio a los milenials, cómo odio a la Generación-X
¿Es necesaria una familia para estabilizar la programación estructural de la red de un autómata? ¿Sueñan los androides con criptomonedas reales? Buena pregunta. Nos deja con ganas de más. Si fracasan la humanidad pierde y los robots ganas. Estaremos atentos.
Sintéticos y empáticos, genter normal («The Normals») por Aftershock

Sintéticos y empáticos, genter normal («The Normals») por Aftershock
No es la idea más original, ni el desarrollo más potente, pero estos primeros números de la serie resulta amena.Los primeros seis números de The Normals editadas por Planeta que sigue con su plan de sacar productos de la editorial Aftershock. El autor desarrolla el juego de espejos entre sintetizoides y personas orgánicas, una familia normal en la que existe el aroma a tarta de manzana, que acaba tratándose de una utopía que se consume, explotando la realidad para convertirla en delirio, recordando obras mañanas como La visión de Tom King. Entran en la zona de extrañismo, de descubrimiento (vengo de «Estadísticas anormales», donde aparece la sensación de Truman -del Show, claro-) que solo podría descubrirse a través del Test de Turing o la versión apócrifa de Blade Runner, vía Philip K. Dick, del Test Voight-Kampff.
Los recuerdos implantados, el terror a las arañas, la coherencia psicológica, lo que siempre creías resulta que no existe, las poblaciones mínimas, oscuras, abandonadas. Me recuerda a las guiones de John Byrne, los super skrulls convertidos en vacas, la leche de las vacas, el homenaje que ha hecho en la última etapa Ryan North, que nos muestra esas poblaciones perdidas, ausentes, atrapadas en la nada de un tiempo que se detiene. Los Muerdebots quieren vivir. Como los Terminators.

«La araña no puede hacerte daño», es el producto interior el que está en lucha con el exterior. Por eso la pregunta siempre es la misma, ¿La IA puede evolucionar hacia la conexión familiar? Sensible, sexual, violenta, no tengo ninguna duda. Los que somos padres nos arrastramos hacia la empatía. Por supuesto, el que programa, se maneja con el Dungeon&Dragons, no estamos locos, es el paralelismo entre el que juega y el Master. Me ha encantado esa parte. Es un buen momento de paranoia, un guiño magnífico. La idea de despertar otros durmientes. ¿Recuerdas los tiempos de la Guerra Fría? No hay muchas dudas, te quedas dentro o te vas.

Añadir las búsquedas de internet, la web profunda, no todo está allí, todavía quedan registros en papel, décadas oscuras que no se han transcrito. Todos los ochenta han pasado por el escáner, pero los noventa no. El cambio de siglo. Ayuda haber sido programado para conocer tu tiempo y tu lugar. Avanzar en la historia, descubrir, cómo los efectos psicosomáticos y las lágrimas se pueden programar con unas líneas de código.

Cómo odio a los milenials, cómo odio a la Generación-X
¿Es necesaria una familia para estabilizar la programación estructural de la red de un autómata? ¿Sueñan los androides con criptomonedas reales? Buena pregunta. Nos deja con ganas de más. Si fracasan la humanidad pierde y los robots ganas. Estaremos atentos.
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