<p>En 2025 siguen quedando cuestiones por esclarecer sobre el cerebro humano, un auténtico prodigio de la evolución. Además de los enigmas que hay en el campo de la neurociencia, en este órgano residen algunas de las claves que explican lo que nos hace humanos. Y un nuevo estudio realizado por científicos del University College London (UCL) aporta nueva información al respecto. </p>
Un estudio cuantifica por primera vez la velocidad a la que han evolucionado las especies de simios, y muestra que el cráneo y el rostro ‘sapiens’ lo hizo dos veces más rápido que otras especies por las ventajas cognitivas y por factores sociales
En 2025 siguen quedando cuestiones por esclarecer sobre el cerebro humano, un auténtico prodigio de la evolución. Además de los enigmas que hay en el campo de la neurociencia, en este órgano residen algunas de las claves que explican lo que nos hace humanos. Y un nuevo estudio realizado por científicos del University College London (UCL) aporta nueva información al respecto.
Según revela esta investigación, liderada por la científica española Aída Gómez-Robles y publicada este martes, el cerebro humano evolucionó mucho más rápido que el del resto de grandes simios. Para llegar a esa conclusión, este equipo examinó modelos virtuales tridimensionales de los cráneos de diferentes especies modernas de primates, en concreto, siete homínidos o grandes simios -humanos, chimpancés, bonobos, las dos especies de gorilas (occidental y oriental) y las dos especies de orangutanes (de Borneo y de Sumatra)-, y los compararon con nueve especies de gibones, considerados simios menores o hilobátidos.
Tal y como detallan en la revista Proceedings of the Royal Society B, los homínidos y los hilobátidos (gibones) se separaron evolutivamente hace unos 20 millones de años. Durante ese tiempo, la diversidad anatómica de los homínidos se disparó, mientras que la de los gibones se mantuvo sorprendentemente limitada. Como resultado, los cráneos de las diferentes especies de gibones se parecen mucho entre sí, mientras que las especies de homínidos se distinguen considerablemente. Sin embargo, incluso dentro de este grupo, los humanos evolucionaron más rápido que otras especies.
La mayoría de los grandes simios tienen actualmente rostros grandes y prominentes, con cerebros relativamente pequeños, mientras que los humanos tenemos rostros más planos y cabezas grandes y redondas. Los gibones, en ciertos aspectos similares a los humanos, también tienen rostros relativamente planos y una cabeza redonda, pero un cerebro mucho más pequeño.
El análisis de este equipo muestra que los humanos desarrollaron cerebros grandes y rostros planos a un ritmo sorprendentemente rápido en comparación con otros simios, lo que probablemente refleja las ventajas evolutivas de estos rasgos.
«Este resultado no es necesariamente una sorpresa, ya que los cráneos humanos son muy diferentes de los de los grandes simios. Sin embargo, nuestro estudio es el primero que cuantifica la velocidad a la que han evolucionado las distintas especies, y demuestra que el cráneo humano ha evolucionado dos veces más rápido de lo que se esperaría si no hubiese ninguna presión selectiva, es decir, si no hubiese ningún motivo específico que le hiciese cambiar durante la evolución de nuestra especie», cuenta Aída Gómez-Robles a través de un correo electrónico.
Estas adaptaciones, dicen los autores, pueden estar relacionadas con las ventajas cognitivas de tener un cerebro grande, pero también podría haber factores sociales que influyan en nuestra evolución. «Los beneficios evolutivos de tener un cerebro grande están probablemente relacionados con las capacidades cognitivas asociadas con el tamaño cerebral. Desde ese punto de vista, es fácil entender que el cráneo humano ha evolucionado más rápido porque tener un cerebro más grande nos confiere ventajas evolutivas relacionadas con una mayor inteligencia y un comportamiento más complejo. Sin embargo, nuestro estudio también demuestra que la cara humana ha evolucionado tan rápido como el neurocráneo», explica la investigadora.
En principio, aclara, «esto podría ser porque la expansión cerebral y el aplanamiento de la cara están relacionados durante el desarrollo, pero ése no parece ser el caso porque en las demás especies no vemos una relación clara entre la velocidad a la que evoluciona el neurocráneo y la velocidad a la que evoluciona la cara. Por lo tanto, podemos inferir que hay una presión selectiva diferente que hace que la cara humana evolucione más rápido de lo esperado también».
Así, expone Gómez-Robles, «la cara es la interfaz a través de la cual interaccionamos con otras personas, de modo que una posible explicación es que las presiones selectivas que han hecho que evolucione más rápido de lo esperado están relacionadas con la forma en la que interaccionamos con otros individuos en nuestro grupo social».
Algunos investigadores, repasa, han sugerido que esas modificaciones faciales están relacionadas con un proceso de auto-domesticación que conllevaría una reducción en el nivel de agresividad dentro de los grupos humanos y una gracilización general de la cara: «Nuestro estudio no testa esta hipótesis explícitamente, pero éste es un ejemplo del tipo de factor social que podría influir en la variación facial en humanos».
Para la autora, el resultado más llamativo de su investigación «es que factores relacionados con las interacciones sociales entre individuos pueden ejercer una presión selectiva tan fuerte como elementos vinculados con el incremento del tamaño cerebral y la inteligencia».
Ciencia