Han pasado ya quinientos años desde que el rey de Inglaterra, Enrique VIII, rompió con Roma y dio origen a la Iglesia Anglicana. Aquella separación, más política que teológica, se produjo cuando el monarca promulgó el Acta de Supremacía (1534), asumiendo el control de la Iglesia en Inglaterra y negando la autoridad del Papa. No se trató de una ruptura dogmática, sino disciplinaria: Enrique VIII no modificó la doctrina católica, sino que sustituyó la figura del Pontífice por la suya como cabeza de la Iglesia nacional. Desde entonces, ningún rey británico había acudido al Vaticano. Hasta este jueves, cuando Carlos III fue recibido por León XIV y rezaron juntos, protagonizando un momento histórico.
Aunque el conflicto matrimonial entre Enrique VIII y Catalina de Aragón, hija menor de los Reyes Católicos, fue el «detonante inmediato», el trasfondo de la ruptura fue el deseo del monarca de consolidar el poder real sobre el ámbito eclesiástico. El arzobispo Thomas Cranmer, protegido por la nueva estructura religiosa, anuló aquel matrimonio real y ofició las nupcias del rey de Inglaterra con Ana Bolena, consolidando así la independencia eclesiástica y el nacimiento del anglicanismo.
Cinco siglos después, el rezo entre Carlos III y León XIV ha sido calificado por diversos expertos consultados por 20minutos como «un gesto cargado de potencia simbólica». Según el decano de Teología de la Universidad Pontificia Comillas, Ángel Cordovilla, «no se trata de un acuerdo doctrinal ni de una reconciliación formal, sino de un signo de acercamiento espiritual que, tras siglos de separación, abre un horizonte de diálogo».
«Este nuevo impulso en las relaciones entre ambas Iglesias tiene antecedentes recientes. En 2009, Benedicto XVI y el arzobispo de Canterbury, Rowan Williams, impulsaron la Constitución Apostólica Anglicanorum coetibus, que permite a grupos de anglicanos retornar a la plena comunión con Roma preservando sus tradiciones litúrgicas», enfatiza Cordovilla en declaraciones a este diario.
El encuentro en el Vaticano de este jueves estuvo así lleno de símbolos litúrgicos. Destacó la lectura de la oración de San Ambrosio, traducida al inglés por el cardenal John Henry Newman, antiguo sacerdote anglicano convertido al catolicismo, canonizado por el Papa Francisco y próximo a ser declarado doctor de la Iglesia. También destacó el nombramiento de Carlos IIII como cofrade real en la Basílica de San Pablo Extramuros, bajo el lema Que sean uno.
Ante este acontecimiento, el doctor en Historia Moderna por la Universidad Complutense, David García Hernán, subraya a este periódico que «las diferencias entre la Iglesia Católica y la Anglicana en lo dogmático no son tan profundas como las que existen con el Calvinismo o el Luteranismo». «Sin embargo, sí existen divergencias en la función eclesiástica, como demuestra el hecho de que el rey Carlos III nombrara a la primera mujer arzobispo de Canterbury, algo impensable en la Iglesia Católica», añade.
No obstante, García Hernán remarca que «a pesar del acercamiento doctrinal, los ingleses difícilmente aceptarían que el Papa intervenga en su vida religiosa, y mucho menos tras el brexit«.
La herencia de los Estuardos y la fidelidad con Roma
Ante este suceso, cabe recordar que este rezo es «histórico» debido a que se trata de un rey anglicano, pero como bien explica a este medio la profesora de Historia Moderna de la Universidad Autónoma de Madrid, Cristina Bravo, «durante tres años hubo un reinado católico en Inglaterra, y los descendientes del depuesto Jacobo II trataron de mantenerse fieles a Roma incluso después de la Revolución de 1688″. Bravo agrega que la corona británica ya tenía prevista una reunión con el Papa Francisco en abril, que fue pospuesta por motivos de salud del Pontífice.
Asimismo, el catedrático de Historia Moderna de la Universidad Rey Juan Carlos, Félix Labrador Arroyo, apunta que este acercamiento no es un hecho aislado: «Ha habido tímidos gestos en las últimas décadas, como las visitas papales al Reino Unido —la pastoral de Juan Pablo II en 1982 y la de Estado de Benedicto XVI en 2009—, así como las audiencias de la reina Isabel II con los Papas Pío XII, Juan XXIII, Juan Pablo II y Francisco. Todos estos encuentros reflejan una relación de respeto y amistad entre el Reino Unido y la Santa Sede».
A su vez, Labrador manifiesta que «las diferencias doctrinales —como la autoridad papal, la ordenación de mujeres, el matrimonio homosexual o la interpretación de los sacramentos— siguen siendo significativas y continúan condicionando los avances hacia la unidad».
«El encuentro entre el rey británico y el Papa recuerda que el diálogo interreligioso no busca borrar diferencias, sino tender puentes sobre ellas. En un mundo dividido, la imagen de ambos líderes cristianos orando juntos envía un mensaje de esperanza y unidad», concluye el catedrático.
Este jueves, los líderes de la Iglesia Anglicana y de la Iglesia Católica oraron juntos por primera vez en 500 años. Varios expertos explican a ’20minutos’ las implicaciones de este gesto.
Han pasado ya quinientos años desde que el rey de Inglaterra, Enrique VIII, rompió con Roma y dio origen a la Iglesia Anglicana. Aquella separación, más política que teológica, se produjo cuando el monarca promulgó el Acta de Supremacía (1534), asumiendo el control de la Iglesia en Inglaterra y negando la autoridad del Papa. No se trató de una ruptura dogmática, sino disciplinaria: Enrique VIII no modificó la doctrina católica, sino que sustituyó la figura del Pontífice por la suya como cabeza de la Iglesia nacional. Desde entonces, ningún rey británico había acudido al Vaticano. Hasta este jueves, cuando Carlos III fue recibido por León XIV y rezaron juntos, protagonizando un momento histórico.
Aunque el conflicto matrimonial entre Enrique VIII y Catalina de Aragón, hija menor de los Reyes Católicos, fue el «detonante inmediato», el trasfondo de la ruptura fue el deseo del monarca de consolidar el poder real sobre el ámbito eclesiástico. El arzobispo Thomas Cranmer, protegido por la nueva estructura religiosa, anuló aquel matrimonio real y ofició las nupcias del rey de Inglaterra con Ana Bolena, consolidando así la independencia eclesiástica y el nacimiento del anglicanismo.
Cinco siglos después, el rezo entre Carlos III y León XIV ha sido calificado por diversos expertos consultados por 20minutos como «un gesto cargado de potencia simbólica». Según el decano de Teología de la Universidad Pontificia Comillas, Ángel Cordovilla, «no se trata de un acuerdo doctrinal ni de una reconciliación formal, sino de un signo de acercamiento espiritual que, tras siglos de separación, abre un horizonte de diálogo».
«Este nuevo impulso en las relaciones entre ambas Iglesias tiene antecedentes recientes. En 2009, Benedicto XVI y el arzobispo de Canterbury, Rowan Williams, impulsaron la Constitución Apostólica Anglicanorum coetibus, que permite a grupos de anglicanos retornar a la plena comunión con Roma preservando sus tradiciones litúrgicas», enfatiza Cordovilla en declaraciones a este diario.
El encuentro en el Vaticano de este jueves estuvo así lleno de símbolos litúrgicos. Destacó la lectura de la oración de San Ambrosio, traducida al inglés por el cardenal John Henry Newman, antiguo sacerdote anglicano convertido al catolicismo, canonizado por el Papa Francisco y próximo a ser declarado doctor de la Iglesia. También destacó el nombramiento de Carlos IIII como cofrade real en la Basílica de San Pablo Extramuros, bajo el lema Que sean uno.
Ante este acontecimiento, el doctor en Historia Moderna por la Universidad Complutense, David García Hernán, subraya a este periódico que «las diferencias entre la Iglesia Católica y la Anglicana en lo dogmático no son tan profundas como las que existen con el Calvinismo o el Luteranismo». «Sin embargo, sí existen divergencias en la función eclesiástica, como demuestra el hecho de que el rey Carlos III nombrara a la primera mujer arzobispo de Canterbury, algo impensable en la Iglesia Católica», añade.
No obstante, García Hernán remarca que «a pesar del acercamiento doctrinal, los ingleses difícilmente aceptarían que el Papa intervenga en su vida religiosa, y mucho menos tras el brexit«.
Ante este suceso, cabe recordar que este rezo es «histórico» debido a que se trata de un rey anglicano, pero como bien explica a este medio la profesora de Historia Moderna de la Universidad Autónoma de Madrid, Cristina Bravo, «durante tres años hubo un reinado católico en Inglaterra, y los descendientes del depuesto Jacobo II trataron de mantenerse fieles a Roma incluso después de la Revolución de 1688″. Bravo agrega que la corona británica ya tenía prevista una reunión con el Papa Francisco en abril, que fue pospuesta por motivos de salud del Pontífice.
Asimismo, el catedrático de Historia Moderna de la Universidad Rey Juan Carlos, Félix Labrador Arroyo, apunta que este acercamiento no es un hecho aislado: «Ha habido tímidos gestos en las últimas décadas, como las visitas papales al Reino Unido —la pastoral de Juan Pablo II en 1982 y la de Estado de Benedicto XVI en 2009—, así como las audiencias de la reina Isabel II con los Papas Pío XII, Juan XXIII, Juan Pablo II y Francisco. Todos estos encuentros reflejan una relación de respeto y amistad entre el Reino Unido y la Santa Sede».
A su vez, Labrador manifiesta que «las diferencias doctrinales —como la autoridad papal, la ordenación de mujeres, el matrimonio homosexual o la interpretación de los sacramentos— siguen siendo significativas y continúan condicionando los avances hacia la unidad».
«El encuentro entre el rey británico y el Papa recuerda que el diálogo interreligioso no busca borrar diferencias, sino tender puentes sobre ellas. En un mundo dividido, la imagen de ambos líderes cristianos orando juntos envía un mensaje de esperanza y unidad», concluye el catedrático.
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