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  Cultura  Escritores fantasma, redactar en la sombra para que otros firmen la autoría: «Cobro por escribir una historia que no es mía»
Cultura

Escritores fantasma, redactar en la sombra para que otros firmen la autoría: «Cobro por escribir una historia que no es mía»

octubre 26, 2025
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Su nombre nunca aparecerá en la portada, pero seguramente escriban más de un libro. Rocío Corriàs lleva más de cuatro años escribiendo libros que nunca firmará. Escucha historias ajenas, capta cada detalle y las convierte en narrativas completas. «Yo soy su herramienta de trabajo», explica. «Soy tu ordenador que piensa y funciona por sí solo».

Ha escrito 18 libros como escritora fantasma —esos en los que renuncia completamente a su autoría— y 25 en total si se cuentan los encargos donde sí aparece su nombre (libros por encargo): libros de empresa, biografías, novelas, libros de método, etc. Sus clientes buscan plasmar sus trayectorias vitales o profesionales en papel: personajes públicos que quieren dejar constancia de sus memorias, historias empresariales o familias que desean rescatar del olvido las vivencias de generaciones pasadas.

Rocío también tiene vida propia como autora. Ha publicado los libros de relatos «La pluma en el desván» y «El teorema de los sentidos», y las novelas «El pacto del hambre» que en 2019 quedó finalista del XXIV Premio de Novela Fernando Lara y «La última rosa». Pero esa es otra historia, la que ocupa este reportaje es la de los escritores en la sombra o antiguamente conocidos como “negros literarios”.

Son los escritores fantasma, profesionales que escriben desde las sombras para que otros firmen la autoría. Un oficio discreto, casi invisible, que lleva décadas operando en la industria editorial española pero que ahora vive un auge sin precedentes.

Elisabeth G. Iborra dirige Iborra&Com. Agency, agencia especializada en ghostwriting, y, según cuenta, los números que confirman el auge de esta tendencia son contundentes: «En 2008 me parece que escribí dos y este año llegaremos a 30 peticiones aproximadamente».

Enrique Murillo, ex editor que acaba de publicar un libro donde cuenta «todas las verdades que no se suelen contar sobre el mundo de la edición», conoce el fenómeno desde dentro: «Esto empezó ya en los años 80 del siglo pasado en España». Pero, según cuenta Murillo, lo que antes era una práctica marginal, importada básicamente de Estados Unidos, se ha convertido en un filón para las grandes editoriales.

La escritora fantasma Rocío Corriàs lo confirma: «Yo cada vez tengo más trabajo, cada vez me piden más encargos». De hecho, en su página web laplumaderocio.com, uno de los servicios que ofrece es el de “escritura por encargo”.

El ‘boom’ del sector

El cambio no es solo cuantitativo, sino también cualitativo. Antes eran principalmente las editoriales quienes solicitaban estos servicios, buscando quien escribiera o reescribiera textos para sus autores. Ahora el panorama es otro: «Ahora me llegan muchísimas peticiones de particulares que pueden ser o bien profesionales o personas que quieren contar su historia», cuenta Iborra, el director de Iborra&Com.

El ex editor Enrique Murillo explica el fenómeno desde dentro de la industria: «Las editoriales grandes, sobre todo las que se dedican a la autoayuda, han descubierto que son un filón». Según narra Murillo, el problema es que el mercado está saturado y «es difícil encontrar libros que vendan un poco». “Por eso -prosigue- ante la falta de autores profesionales con gancho comercial, las editoriales recurren a figuras públicas con audiencia cautiva”, termina. Rocío lo resume desde su día a día: «Creo que la gente cada vez se da más cuenta de que no hace falta ser nadie especial para tener una historia detrás. Todos tenemos nuestra historia y vale la pena explicarla».

¿Quién contrata a un escritor fantasma? El perfil es más variado de lo que podría parecer. Por un lado están los influencers y figuras públicas, como bien explica Murillo: “las editoriales les proponen publicar libros aprovechando su tirón mediático”. «Al influencer le pagan un dinero por poner el nombre y la foto y cobran un royalty como si fueran los autores», explica Enrique Murillo. Para ellos es «un aumento de ingresos sin hacer prácticamente nada». Por otro lado están «los anónimos que quieren hacer una biografía de su vida»: particulares con historias que contar.

Pero el fenómeno va mucho más allá. Núria Aguilés, editora de Parnass edicions, identifica otro perfil creciente: «Personas como por ejemplo coaches, o personas del mundo de la psicología, psiquiatría,etc, que quizás no tienen las capacidades o no tienen el tiempo de escribir. El hecho de tener un libro “da cierta autoridad como profesional», relata Aguilés. El libro se convierte en una tarjeta de presentación. «Abres una nueva línea de negocio, tú tienes un producto que la gente puede comprar; quizás no van a tus charlas o quizás no se compran un curso tuyo, pero sí que se compran un libro», espeta.

Según explica, Rocío recibe muchos encargos de «libros de método»: expertos en inversiones, en resiliencia, en psicología que «quieren dar una proyección a su carrera y publicar algún libro de expertos, pero aunque son expertos en su materia, no saben bien cómo llegar al lector».

Luego están las empresas familiares y los particulares con historias que contar. Núria Posa es uno de esos casos. Quería regalarle a su madre la historia de la familia. Conocía a Rocío de la Cámara de Comercio y decidió encargarle el proyecto. El resultado: «La última rosa», una novela sobre la migración familiar desde Murcia al Poblenou barcelonés durante la guerra y la posguerra.

El proceso de trabajo

Sobre a lo que el proceso de trabajo respecta, todo depende del cliente, pero lo que está claro es que siempre se tiene que ir revisando el proceso con este mediante reuniones periódicas. Hay clientes que llegan solo con una idea difusa, «una persona tiene una idea de una historia para explicar pero no sabe explicarla, no sabe estructurarla y no sabe redactarla correctamente», cuenta Rocío. Otros aportan material previo: «Muchas veces los clientes quieren escribir sobre un tema concreto y quieren que lo escribas tú, pero te mandan borradores, vídeos de ponencias, documentación…», explica Iborra. El proceso incluye reuniones periódicas donde el cliente va indicando qué quiere que conste, correcciones, el tipo de personajes, los detalles. «Entre los dos vamos trabajando. Y yo le voy dando forma literaria», resume Rocío.

En el caso de Iborra, ella trabaja con un equipo mínimo de tres personas por proyecto: quien escribe, edición y revisión, y corrección ortotipográfica. Rocío puede gestionar diversos libros simultáneamente, organizándose por fases: en unos solo hace entrevistas, en otros lee documentación, en otros ya está redactando, en otros corrigiendo. Su método para los períodos de escritura intensiva: retirarse a una casita en la montaña 10-15 días seguidos, sin distracciones, sin móvil, sin reuniones y exprimir al máximo su tiempo.

Cláusulas legales y derechos

Esta actividad, como muchas otras, está regulada mediante un contrato. «Firmo una cesión de derechos y una confidencialidad que me obliga a ayudar a esta persona a escribir su libro, pero el libro será suyo, porque la idea es suya», afirma Rocío. No hay derechos de autor compartidos ni beneficios del copyright. «Yo cobro por hacer el trabajo, por escribir simplemente aquella historia, que no es mía», prosigue Corriàs.

Enrique Murillo confirma la norma del sector: «Los derechos de autor nunca son del negro literario, siempre son todos de la persona que hace que el libro se venda«. El escritor fantasma cobra «a tanto la página o según se pacte, pero luego se desvincula completamente de la obra”, afirma.

La confidencialidad es absoluta. «Esa persona está obligada a confidencialidad absoluta, total, hasta su muerte. O sea, jamás podrá decir que quien ha escrito el libro de tal persona soy yo», explica Enrique. Cuando se le pregunta por conflictos legales, Murillo afirma que, en su opinión no existen: “absolutamente ninguno», responde. Si los hubiera, «llegaría a los tribunales y saldría a los periódicos», y eso no interesa a ninguna de las partes. El sistema funciona porque las editoriales y agencias «confían siempre en el mismo tipo de persona, incluso con la misma persona», y el ghostwriter sabe que «si arma jaleo luego no le vas a suministrar el siguiente libro», relata Murillo.

En cuanto a lo económico, Iborra es contundente: «Hemos tenido muchas peticiones de gente que se pensaba que iba a costar 150 euros». La realidad es muy distinta. Sus tarifas van desde los 2.000 euros para corrección y edición de estilo cuando el cliente ya aporta su manuscrito, hasta entre 4.000 y 6.000 euros por ghostwriting completo.

Aun así, reconoce que nunca cobran lo que realmente deberían por todo el trabajo que hay detrás y las personas implicadas: «Muchas veces tendría que cobrar 12.000, 15.000 euros por libro. Y eso no lo paga nadie», afirma. Rocío establece sus precios según «el número de páginas y también la complejidad del proyecto»: no es lo mismo una biografía basada en conversaciones directas que trabajar con documentación histórica que requiere investigación y contextualización.

Chatgpt, ¿una amenaza?

La irrupción de la inteligencia artificial ha generado dudas sobre el futuro de la profesión. Sin embargo, los escritores fantasma son categóricos: ChatGPT no es competencia. Iborra lo tiene claro: Los libros escritos con chat GPT son fácilmente detectables. “Cuando los lees para corregirlos y editarlos tienes que empezar de cero, asegura».

Rocío coincide: «Hay mucha gente que piensa que con chat GPT es suficiente», pero la diferencia es abismal. «Detrás del ChatGPT solo hay máquinas, yo, en cambio juego con la emotividad, aparte de la imaginación, pues juego un poco con la personalización de los textos». Además, señala otro problema: la fiabilidad de la información que genera.

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Sea como sea, los escritores fantasma seguirán en la sombra. Sus nombres no aparecerán en portadas, no firmarán ejemplares, no darán entrevistas promocionales. Pero seguirán escribiendo. Iborra lo tiene asumido: «A mí me da igual. Yo, como escritora, tengo mi ego súper tranquilo, porque publico mis libros». Para ella, ayudar a otros con su oficio le parece «sensacional». Y añade un beneficio inesperado: «Con todos los libros que escribimos, aprendemos de temas que jamás en la vida se me habría ocurrido». Rocío también tiene sus propios libros, su carrera como autora. Pero la escritura fantasma es su día a día. Y el trabajo, lejos de menguar, no para de crecer.

 El auge del ghostwriting en España impulsa a escritoras como Rocío Corriàs, que dan voz a historias ajenas desde el anonimato en un mercado cada vez más demandado.  

Su nombre nunca aparecerá en la portada, pero seguramente escriban más de un libro. Rocío Corriàs lleva más de cuatro años escribiendo libros que nunca firmará. Escucha historias ajenas, capta cada detalle y las convierte en narrativas completas. «Yo soy su herramienta de trabajo», explica. «Soy tu ordenador que piensa y funciona por sí solo».

Ha escrito 18 libros como escritora fantasma —esos en los que renuncia completamente a su autoría— y 25 en total si se cuentan los encargos donde sí aparece su nombre (libros por encargo): libros de empresa, biografías, novelas, libros de método, etc. Sus clientes buscan plasmar sus trayectorias vitales o profesionales en papel: personajes públicos que quieren dejar constancia de sus memorias, historias empresariales o familias que desean rescatar del olvido las vivencias de generaciones pasadas.

Rocío también tiene vida propia como autora. Ha publicado los libros de relatos «La pluma en el desván» y «El teorema de los sentidos», y las novelas «El pacto del hambre» que en 2019 quedó finalista del XXIV Premio de Novela Fernando Lara y «La última rosa». Pero esa es otra historia, la que ocupa este reportaje es la de los escritores en la sombra o antiguamente conocidos como “negros literarios”.

Son los escritores fantasma, profesionales que escriben desde las sombras para que otros firmen la autoría. Un oficio discreto, casi invisible, que lleva décadas operando en la industria editorial española pero que ahora vive un auge sin precedentes.

Elisabeth G. Iborra dirige Iborra&Com. Agency, agencia especializada en ghostwriting, y, según cuenta, los números que confirman el auge de esta tendencia son contundentes: «En 2008 me parece que escribí dos y este año llegaremos a 30 peticiones aproximadamente».

Enrique Murillo, ex editor que acaba de publicar un libro donde cuenta «todas las verdades que no se suelen contar sobre el mundo de la edición», conoce el fenómeno desde dentro: «Esto empezó ya en los años 80 del siglo pasado en España». Pero, según cuenta Murillo, lo que antes era una práctica marginal, importada básicamente de Estados Unidos, se ha convertido en un filón para las grandes editoriales. 

La escritora fantasma Rocío Corriàs lo confirma: «Yo cada vez tengo más trabajo, cada vez me piden más encargos». De hecho, en su página weblaplumaderocio.com, uno de los servicios que ofrece es el de “escritura por encargo”.

La escritora Rocío Corriàs trabaja en el escritorio de su vivienda.
La escritora Rocío Corriàs trabaja en el escritorio de su vivienda.Miquel Taverna

El ‘boom’ del sector 

El cambio no es solo cuantitativo, sino también cualitativo. Antes eran principalmente las editoriales quienes solicitaban estos servicios, buscando quien escribiera o reescribiera textos para sus autores. Ahora el panorama es otro: «Ahora me llegan muchísimas peticiones de particulares que pueden ser o bien profesionales o personas que quieren contar su historia», cuenta Iborra, el director de Iborra&Com.

El ex editor Enrique Murillo explica el fenómeno desde dentro de la industria: «Las editoriales grandes, sobre todo las que se dedican a la autoayuda, han descubierto que son un filón». Según narra Murillo, el problema es que el mercado está saturado y «es difícil encontrar libros que vendan un poco». “Por eso -prosigue- ante la falta de autores profesionales con gancho comercial, las editoriales recurren a figuras públicas con audiencia cautiva”, termina. Rocío lo resume desde su día a día: «Creo que la gente cada vez se da más cuenta de que no hace falta ser nadie especial para tener una historia detrás. Todos tenemos nuestra historia y vale la pena explicarla».

¿Quién contrata a un escritor fantasma? El perfil es más variado de lo que podría parecer. Por un lado están los influencers y figuras públicas, como bien explica Murillo: “las editoriales les proponen publicar libros aprovechando su tirón mediático”. «Al influencer le pagan un dinero por poner el nombre y la foto y cobran un royalty como si fueran los autores», explica Enrique Murillo. Para ellos es «un aumento de ingresos sin hacer prácticamente nada». Por otro lado están «los anónimos que quieren hacer una biografía de su vida»: particulares con historias que contar.

Pero el fenómeno va mucho más allá. Núria Aguilés, editora de Parnass edicions, identifica otro perfil creciente: «Personas como por ejemplo coaches, o personas del  mundo de la psicología, psiquiatría,etc, que quizás no tienen las capacidades o no tienen el tiempo de escribir. El hecho de tener un libro “da cierta autoridad como profesional», relata Aguilés. El libro se convierte en una tarjeta de presentación. «Abres una nueva línea de negocio, tú tienes un producto que la gente puede comprar; quizás no van a tus charlas o quizás no se compran un curso tuyo, pero sí que se compran un libro», espeta.

Según explica, Rocío recibe muchos encargos de «libros de método»: expertos en inversiones, en resiliencia, en psicología que «quieren dar una proyección a su carrera y publicar algún libro de expertos, pero aunque son expertos en su materia, no saben bien cómo llegar al lector».

Luego están las empresas familiares y los particulares con historias que contar. Núria Posa es uno de esos casos. Quería regalarle a su madre la historia de la familia. Conocía a Rocío de la Cámara de Comercio y decidió encargarle el proyecto. El resultado: «La última rosa», una novela sobre la migración familiar desde Murcia al Poblenou barcelonés durante la guerra y la posguerra.

El proceso de trabajo

Sobre a lo que el proceso de trabajo respecta, todo depende del cliente, pero lo que está claro es que siempre se tiene que ir revisando el proceso con este mediante reuniones periódicas. Hay clientes que llegan solo con una idea difusa, «una persona tiene una idea de una historia para explicar pero no sabe explicarla, no sabe estructurarla y no sabe redactarla correctamente», cuenta Rocío. Otros aportan material previo: «Muchas veces los clientes quieren escribir sobre un tema concreto y quieren que lo escribas tú, pero te mandan borradores, vídeos de  ponencias, documentación…», explica Iborra. El proceso incluye reuniones periódicas donde el cliente va indicando qué quiere que conste, correcciones, el tipo de personajes, los detalles. «Entre los dos vamos trabajando. Y yo le voy dando forma literaria», resume Rocío.

En el caso de Iborra, ella trabaja con un equipo mínimo de tres personas por proyecto: quien escribe, edición y revisión, y corrección ortotipográfica. Rocío puede gestionar diversos libros simultáneamente, organizándose por fases: en unos solo hace entrevistas, en otros lee documentación, en otros ya está redactando, en otros corrigiendo. Su método para los períodos de escritura intensiva: retirarse a una casita en la montaña 10-15 días seguidos, sin distracciones, sin móvil, sin reuniones y exprimir al máximo su tiempo.

Cláusulas legales y derechos

Esta actividad, como muchas otras, está regulada mediante un contrato. «Firmo una cesión de derechos y una confidencialidad que me obliga a ayudar a esta persona a escribir su libro, pero el libro será suyo, porque la idea es suya», afirma Rocío. No hay derechos de autor compartidos ni beneficios del copyright. «Yo cobro por hacer el trabajo, por escribir simplemente aquella historia, que no es mía», prosigue Corriàs.

Enrique Murillo confirma la norma del sector: «Los derechos de autor nunca son del negro literario, siempre son todos de la persona que hace que el libro se venda«. El escritor fantasma cobra «a tanto la página o según se pacte, pero luego se desvincula completamente de la obra”, afirma.

La confidencialidad es absoluta. «Esa persona está obligada a confidencialidad absoluta, total, hasta su muerte. O sea, jamás podrá decir que quien ha escrito el libro de tal persona soy yo», explica Enrique. Cuando se le pregunta por conflictos legales, Murillo afirma que, en su opinión no existen: “absolutamente ninguno», responde. Si los hubiera, «llegaría a los tribunales y saldría a los periódicos», y eso no interesa a ninguna de las partes. El sistema funciona porque las editoriales y agencias «confían siempre en el mismo tipo de persona, incluso con la misma persona», y el ghostwriter sabe que «si arma jaleo luego no le vas a suministrar el siguiente libro», relata Murillo.

En cuanto a lo económico, Iborra es contundente: «Hemos tenido muchas peticiones de gente que se pensaba que iba a costar 150 euros». La realidad es muy distinta. Sus tarifas van desde los 2.000 euros para corrección y edición de estilo cuando el cliente ya aporta su manuscrito, hasta entre 4.000 y 6.000 euros por ghostwriting completo.

Aun así, reconoce que nunca cobran lo que realmente deberían por todo el trabajo que hay detrás y las personas implicadas: «Muchas veces tendría que cobrar 12.000, 15.000 euros por libro. Y eso no lo paga nadie», afirma. Rocío establece sus precios según «el número de páginas y también la complejidad del proyecto»: no es lo mismo una biografía basada en conversaciones directas que trabajar con documentación histórica que requiere investigación y contextualización.

Chatgpt, ¿una amenaza?

La irrupción de la inteligencia artificial ha generado dudas sobre el futuro de la profesión. Sin embargo, los escritores fantasma son categóricos: ChatGPT no es competencia. Iborra lo tiene claro: Los libros escritos con chat GPT son fácilmente detectables. “Cuando los lees para corregirlos y editarlos tienes que empezar de cero, asegura».

Rocío coincide: «Hay mucha gente que piensa que con chat GPT es suficiente», pero la diferencia es abismal. «Detrás del ChatGPT solo hay máquinas, yo, en cambio juego con la emotividad, aparte de la imaginación, pues juego un poco con la personalización de los textos». Además, señala otro problema: la fiabilidad de la información que genera.

Sea como sea, los escritores fantasma seguirán en la sombra. Sus nombres no aparecerán en portadas, no firmarán ejemplares, no darán entrevistas promocionales. Pero seguirán escribiendo. Iborra lo tiene asumido: «A mí me da igual. Yo, como escritora, tengo mi ego súper tranquilo, porque publico mis libros». Para ella, ayudar a otros con su oficio le parece «sensacional». Y añade un beneficio inesperado: «Con todos los libros que escribimos, aprendemos de temas que jamás en la vida se me habría ocurrido». Rocío también tiene sus propios libros, su carrera como autora. Pero la escritura fantasma es su día a día. Y el trabajo, lejos de menguar, no para de crecer.

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