<p>Un equipo de investigación dirigido por el doctor de la Universitat Autònoma de Barcelona <strong>Daniel R. Cuesta-Aguirre </strong>ha concluido que existía cierta diversidad entre los linajes maternos en la civilización ibera.</p>
Aunque predomina la carga genética local, cierta movilidad femenina de larga distancia vinculada al comercio y a las interacciones culturales contribuyó a la diversidad
Un equipo de investigación dirigido por el doctor de la Universitat Autònoma de Barcelona Daniel R. Cuesta-Aguirre ha concluido que existía cierta diversidad entre los linajes maternos en la civilización ibera.
Los resultados de este trabajo se han publicado en el Journal of Archaeological Science y una de sus conclusiones apunta a que existían sutiles diferencias de linaje entre los grupos ibéricos, pero sin divisiones marcadas. «Predomina la ascendencia local, aunque los contactos a larga distancia contribuyeron a conformar la diversidad», resalta la publicación.
La cultura ibérica surgió a lo largo de la costa mediterránea de la Península Ibérica entre los siglos VIII y VI a.C., y floreció entre los siglos V y III a.C., hasta la conquista romana. Los iberos se dedicaban a la metalurgia, la agricultura y la ganadería, y participaron activamente en las redes de comercio del Mediterráneo.
Aunque la cremación fue la práctica funeraria predominante, los avances en las técnicas de ADN antiguo han permitido recuperar ADN mitocondrial (mtDNA) de un número cada vez mayor de individuos ibéricos. En este estudio se analizaron los restos de 31 recién nacidos, obteniéndose con éxito perfiles de mtDNA en 21 individuos (20 iberos y 1 de época tardo-romana). Estos datos se combinaron con 41 perfiles de mtDNA previamente publicados de iberos no emparentados pertenecientes a diferentes tribus del noreste de la península ibérica. Además, se recopilaron datos prehistóricos adicionales para contextualizar los haplogrupos ibéricos.
Se investigó la diversidad de linajes maternos entre las tribus, los cambios temporales en la composición de haplogrupos y los indicios de movilidad femenina a larga distancia. Los resultados revelaron sutiles diferencias en las frecuencias de haplogrupos mitocondriales entre los grupos, aunque la diferenciación genética no fue estadísticamente significativa. La diversidad mitocondrial se mantuvo relativamente alta en todas las tribus, lo que concuerda con sistemas de residencia patrilocal y migraciones femeninas de corta distancia que pudieron evitar una marcada diferenciación matrilineal entre tribus.
Se observó un predominio de los haplogrupos H, J, K, HV0 y U, la mayoría de los cuales ya estaban presentes en la península ibérica antes de la Edad del Hierro. La diversidad de haplogrupos permaneció estable a lo largo del tiempo, sin diferenciación poblacional, lo que sugiere una continuidad genética materna desde la Edad del Bronce. Sin embargo, la presencia de algunos haplogrupos apunta a un flujo genético ocasional mediado por mujeres procedentes del norte de África, el Cercano Oriente y Europa central.
En conjunto, este estudio ofrece la evaluación más completa hasta la fecha, basada en secuenciación de nueva generación (NGS), sobre la ascendencia materna de los iberos de la Edad del Hierro, revelando un paisaje genético moldeado por la continuidad local junto con cierta movilidad femenina de larga distancia vinculada al comercio y a las interacciones culturales.
En resumen, el cambio gradual en las frecuencias de haplogrupos observado hasta el período romano respalda una transición generalmente fluida entre las edades del Bronce y del Hierro, y pone de relieve la compleja interacción entre migraciones, comercio y contactos culturales que dieron forma al patrimonio genético de la región.
Aunque no se detectaron diferencias genéticas estadísticamente significativas entre las tribus ibéricas, las sutiles variaciones en las frecuencias de haplogrupos sugieren que estos grupos mantuvieron cierto grado de autonomía.
El análisis de ADN mitocondrial de los iberos del noreste de la Península Ibérica revela un paisaje genético dinámico, influido tanto por la continuidad local como por migraciones femeninas de corta distancia, probablemente relacionadas con sistemas de residencia patrilocal y aportes externos evidenciados por linajes mitocondriales no locales.
La mayoría de los haplogrupos detectados, o sus linajes ancestrales, ya estaban presentes en la Península Ibérica durante la Edad del Hierro, lo que sugiere que la mayoría de las mujeres iberas eran de origen local. Sin embargo, se observan indicios de influencia femenina mediterránea en esa época, lo que apunta a un posible flujo genético desde otras regiones y al papel de las mujeres en el comercio y las interacciones culturales.
El análisis genético de los individuos ausetanos de El Camp de les Lloses mostró una mezcla de ascendencias mediterráneas y locales en su ADN nuclear, con casi todos los haplogrupos mitocondriales probablemente anteriores a la llegada romana, lo que sugiere que ya estaban presentes en la región. Estos hallazgos respaldan la idea de que, aunque los soldados o artesanos pudieran proceder de fuera de la Península Ibérica, las mujeres de este yacimiento eran probablemente habitantes locales.
Ciencia
