Sánchez quiere terminar con el cambio de hora en la UE… pero se encuentra con la eterna falta de consenso entre los socios. Es es el resumen con un asunto que, como tantos otros, no encuentra la unidad necesaria en el seno del bloque comunitario. Casi todos entienden que el cambio de hora puede tener consecuencias en distintos niveles, pero siguen, después de muchos años, sin dar el paso para acabar con él.
El presidente del Gobierno ha anunciado este lunes que quiere liderar ese debate —sin especificar si España propondrá que se mantenga para siempre el horario de verano o de invierno— para que en 2026 esa práctica termine y se apoya en tres argumentos para defender su postura: el respaldo mayoritario de la ciudadanía española y europea; la «ausencia de evidencia científica» que demuestre que esta práctica genera un ahorro energético sustancial en la actualidad; y las «consecuencias negativas que tiene en la salud y el bienestar de millones de personas, trastocando los ritmos biológicos y provocando alteraciones del sueño dos veces al año», según señalan fuentes gubernamentales. En España, abundan, «el 66% de la población está a favor de terminar con esta práctica».
Pero, este tema en concreto, es el cuento de nunca acabar en la UE y, aunque lleva mucho tiempo guardado en un cajón, cuando toca cambiar de huso horario se vuelve a hablar del tema. Y, en cambio, ya no es -nunca ha sido, de hecho- un asunto de primer orden. En 2018, la Comisión Europea propuso eliminar el cambio de hora tras realizar una consulta pública en la que el 84% de los ciudadanos europeos se manifestó a favor de suprimirlo. Como resultado, el Parlamento Europeo aprobó en 2019 una resolución para poner fin al cambio de hora bianual, permitiendo a cada país decidir si se mantiene en el horario de verano o en el de invierno.
Según las encuestas ciudadanas, solo en Chipre y en Grecia hay una mayoría de habitantes favorables a mantener los cambios de huso horario como hasta ahora. Además, hay un caso particular como es Irlanda, cuyo Gobierno ha dicho explícitamente que no apoyará la abolición del cambio de hora sin un estudio de impacto para evitar una desincronización con el Reino Unido. Entre los 27 hace falta mayoría cualificada para que la supresión se haga efectiva, y esta se alcanza si se cumplen simultáneamente dos condiciones: el 55% de los Estados miembros vota a favor, lo que en la práctica significa 15 de los 27 Estados miembros y los Estados miembros favorables a la propuesta representan al menos el 65% de la población total de la UE.
De hecho, desde Bruselas el propio comisario de Energía, Dan Jorgensen, no quiso pronunciarse en exceso sobre el tema pero asumió que se puede abrir la conversación. «Pueden contar con la Comisión para apoyar la búsqueda de una posición común en la UE. Vamos fomentar el consenso entre los Estados miembros«, esgrimió, marcando la posición ya conocida del Ejecutivo comunitario de hace siete años. «Aunque este cambio de hora estacional puede no ser uno de los aspectos más importantes de la agenda política de la UE, es un tema que reclaman millones de ciudadanos de la UE», añadió.
Pero la clave está en que sigue sin haber consenso entre los Estados miembros. Mientras algunos países, como España y Francia, han estudiado ajustes en sus husos horarios para mejorar la conciliación y el rendimiento económico, otros prefieren mantener el sistema actual para evitar descoordinaciones entre los Estados miembros. El futuro del cambio de hora en la UE sigue siendo incierto y dependerá de futuras negociaciones y acuerdos entre los socios comunitarios.
Hay que tener en cuenta que no todos los países tienen el mismo huso horario: la mayoría usan la hora de Europa Central como estándar, diez Estados miembros utilizan la hora de Europa Oriental y tres la de Europa Occidental. La duda está en cuál elegir para unificarlo. «Al final es una competencia de los Estados miembros resolver esto, la posición del Parlamento está clara desde 2021«, aseguran desde el Parlamento Europeo, que no ve resolución cercana al tema. Las presidencias del Consejo de la UE en los últimos tiempos podrían haber reactivado el debate, pero las prioridades de la Unión son otras, sobre todo desde 2020, con la pandemia, la crisis, la invasión rusa de Ucrania y sus consecuencias y también la reacción ante la guerra entre Israel y Hamás.
«Entendemos que exista una demanda de una parte considerable de la ciudadanía europea, completamente legítima, sobre la eliminación del cambio de hora, dado el impacto que cualquier modificación en este sentido tiene en el día a día de las personas. Esta medida mandaría, además, una señal positiva hacia el refuerzo de la unidad europea en unos tiempos sin duda convulsos«, explicó en su momento a 20minutos la eurodiputada del PSOE Laura Ballarín. Asumen que se trata de una cuestión «que tiene implicaciones sobre la salud, el ahorro energético, el comercio y el consumo y las empresas –especialmente las Pymes–, así como una larga serie de aspectos sociales». A esto se añade la crucial importancia «del sector turístico y de la hostelería en España, que se verían afectados por este tipo de medidas».
Pero eso, por sí mismo, no sirve. «Lo cierto es que, a día de hoy, persiste una clara divergencia de posiciones que impide tener una postura común unánime, ni dentro de la Unión Europea ni dentro de los diferentes Estados Miembros. Por todo ello, antes de tomar una decisión que introduzca cambios el sistema actual, necesitamos tener muy claras sus consecuencias, sus ventajas e inconvenientes, y por tanto consideramos que la prudencia en esta materia es, por el momento, la mejor consejera», concluyen los eurodiputados.
Desde el PP van en la misma línea. «El cambio de hora fue una de las grandes apuestas de la administración Juncker, pero la realidad es que rápidamente cayó en el cajón de los recuerdos del Consejo de la Unión Europea», recuerda Borja Giménez Larraz. «Es evidente que en estos momentos hay otras prioridades como la defensa, las relaciones comerciales y la competitividad, prioridades que necesitan de nuestro máximo esfuerzo y todos nuestros recursos personales y financieros», expone.
Al mismo tiempo, la formación no se cierra sobre el asunto. «Si el cambio de hora se retoma en algún momento, desde el Partido Popular analizaremos detenidamente las consecuencias de esta iniciativa para que ningún sector estratégico de nuestro país se quede atrás. Si sale adelante, que sea porque es bueno para la agricultura, el transporte, el turismo y el bienestar de nuestro país», termina.
España adoptó el cambio de hora por primera vez en 1918, siguiendo la tendencia de otros países europeos que buscaban aprovechar mejor la luz solar y ahorrar energía. Sin embargo, el horario de verano no se aplicó de forma continua hasta 1974, tras la crisis del petróleo, cuando muchos países implementaron esta medida para reducir el consumo energético. Además, en 1940, durante la dictadura de Franco, España adelantó su huso horario para alinearse con la Alemania nazi, una decisión que aún influye en los horarios del país. Desde 1981, el cambio de hora se regula a nivel europeo, estableciendo la modificación en marzo y octubre.
Solo en Chipre y en Grecia hay una mayoría favorable a mantener los cambios de hora e Irlanda no apoyará su abolición sin un estudio de impacto para evitar una desincronización con el Reino Unido.
Sánchez quiere terminar con el cambio de hora en la UE… pero se encuentra con la eterna falta de consenso entre los socios. Es es el resumen con un asunto que, como tantos otros, no encuentra la unidad necesaria en el seno del bloque comunitario. Casi todos entienden que el cambio de hora puede tener consecuencias en distintos niveles, pero siguen, después de muchos años, sin dar el paso para acabar con él.
El presidente del Gobierno ha anunciado este lunes que quiere liderar ese debate —sin especificar si España propondrá que se mantenga para siempre el horario de verano o de invierno— para que en 2026 esa práctica termine y se apoya en tres argumentos para defender su postura: el respaldo mayoritario de la ciudadanía española y europea; la «ausencia de evidencia científica» que demuestre que esta práctica genera un ahorro energético sustancial en la actualidad; y las «consecuencias negativas que tiene en la salud y el bienestar de millones de personas, trastocando los ritmos biológicos y provocando alteraciones del sueño dos veces al año», según señalan fuentes gubernamentales. En España, abundan, «el 66% de la población está a favor de terminar con esta práctica».
Pero, este tema en concreto, es el cuento de nunca acabar en la UE y, aunque lleva mucho tiempo guardado en un cajón, cuando toca cambiar de huso horario se vuelve a hablar del tema. Y, en cambio, ya no es -nunca ha sido, de hecho- un asunto de primer orden. En 2018, la Comisión Europea propuso eliminar el cambio de hora tras realizar una consulta pública en la que el 84% de los ciudadanos europeos se manifestó a favor de suprimirlo. Como resultado, el Parlamento Europeo aprobó en 2019 una resolución para poner fin al cambio de hora bianual, permitiendo a cada país decidir si se mantiene en el horario de verano o en el de invierno.
Según las encuestas ciudadanas, solo en Chipre y en Grecia hay una mayoría de habitantes favorables a mantener los cambios de huso horario como hasta ahora. Además, hay un caso particular como es Irlanda, cuyo Gobierno ha dicho explícitamente que no apoyará la abolición del cambio de hora sin un estudio de impacto para evitar una desincronización con el Reino Unido. Entre los 27 hace falta mayoría cualificada para que la supresión se haga efectiva, y esta se alcanza si se cumplen simultáneamente dos condiciones: el 55% de los Estados miembros vota a favor, lo que en la práctica significa 15 de los 27 Estados miembros y los Estados miembros favorables a la propuesta representan al menos el 65% de la población total de la UE.
De hecho, desde Bruselas el propio comisario de Energía, Dan Jorgensen, no quiso pronunciarse en exceso sobre el tema pero asumió que se puede abrir la conversación. «Pueden contar con la Comisión para apoyar la búsqueda de una posición común en la UE. Vamos fomentar el consenso entre los Estados miembros«, esgrimió, marcando la posición ya conocida del Ejecutivo comunitario de hace siete años. «Aunque este cambio de hora estacional puede no ser uno de los aspectos más importantes de la agenda política de la UE, es un tema que reclaman millones de ciudadanos de la UE», añadió.
Pero la clave está en que sigue sin haber consenso entre los Estados miembros. Mientras algunos países, como España y Francia, han estudiado ajustes en sus husos horariospara mejorar la conciliación y el rendimiento económico, otros prefieren mantener el sistema actual para evitar descoordinaciones entre los Estados miembros. El futuro del cambio de hora en la UE sigue siendo incierto y dependerá de futuras negociaciones y acuerdos entre los socios comunitarios.
Hay que tener en cuenta que no todos los países tienen el mismo huso horario: la mayoría usan la hora de Europa Central como estándar, diez Estados miembros utilizan la hora de Europa Oriental y tres la de Europa Occidental. La duda está en cuál elegir para unificarlo. «Al final es una competencia de los Estados miembros resolver esto, la posición del Parlamento está clara desde 2021«, aseguran desde el Parlamento Europeo, que no ve resolución cercana al tema. Las presidencias del Consejo de la UE en los últimos tiempos podrían haber reactivado el debate, pero las prioridades de la Unión son otras, sobre todo desde 2020, con la pandemia, la crisis, la invasión rusa de Ucrania y sus consecuencias y también la reacción ante la guerra entre Israel y Hamás.
«Entendemos que exista una demanda de una parte considerable de la ciudadanía europea, completamente legítima, sobre la eliminación del cambio de hora, dado el impacto que cualquier modificación en este sentido tiene en el día a día de las personas. Esta medida mandaría, además, una señal positiva hacia el refuerzo de la unidad europea en unos tiempos sin duda convulsos«, explicó en su momento a 20minutos la eurodiputada del PSOE Laura Ballarín. Asumen que se trata de una cuestión «que tiene implicaciones sobre la salud, el ahorro energético, el comercio y el consumo y las empresas –especialmente las Pymes–, así como una larga serie de aspectos sociales». A esto se añade la crucial importancia «del sector turístico y de la hostelería en España, que se verían afectados por este tipo de medidas».
Pero eso, por sí mismo, no sirve. «Lo cierto es que, a día de hoy, persiste una clara divergencia de posiciones que impide tener una postura común unánime, ni dentro de la Unión Europea ni dentro de los diferentes Estados Miembros. Por todo ello, antes de tomar una decisión que introduzca cambios el sistema actual, necesitamos tener muy claras sus consecuencias, sus ventajas e inconvenientes, y por tanto consideramos que la prudencia en esta materia es, por el momento, la mejor consejera», concluyen los eurodiputados.
Desde el PP van en la misma línea. «El cambio de hora fue una de las grandes apuestas de la administración Juncker, pero la realidad es que rápidamente cayó en el cajón de los recuerdos del Consejo de la Unión Europea», recuerdaBorja Giménez Larraz. «Es evidente que en estos momentos hay otras prioridades como la defensa, las relaciones comerciales y la competitividad, prioridades que necesitan de nuestro máximo esfuerzo y todos nuestros recursos personales y financieros», expone.
Al mismo tiempo, la formación no se cierra sobre el asunto. «Si el cambio de hora se retoma en algún momento, desde el Partido Popular analizaremos detenidamentelas consecuencias de esta iniciativa para que ningún sector estratégico de nuestro país se quede atrás. Si sale adelante, que sea porque es bueno para la agricultura, el transporte, el turismo y el bienestar de nuestro país», termina.
España adoptó el cambio de hora por primera vez en 1918, siguiendo la tendencia de otros países europeos que buscaban aprovechar mejor la luz solar y ahorrar energía. Sin embargo, el horario de verano no se aplicó de forma continua hasta 1974, tras la crisis del petróleo, cuando muchos países implementaron esta medida para reducir el consumo energético. Además, en 1940, durante la dictadura de Franco, España adelantó su huso horario para alinearse con la Alemania nazi, una decisión que aún influye en los horarios del país. Desde 1981, el cambio de hora se regula a nivel europeo, estableciendo la modificación en marzo y octubre.
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