<p>La ciencia se ha empeñado en desvelar cada uno de los detalles del funcionamiento de la Naturaleza. Uno de sus motivos es «corregirla» cuando haga falta. En el campo de la <a href=»https://www.elmundo.es/t/fe/fertilidad.html» target=»_blank»>fertilidad</a> humana, en concreto de la femenina, se persigue <strong>alargar el tiempo en el que la ventana permanece abierta para ser madre</strong>.</p>
Un investigación en ‘Science’ encuentra respuestas a la infertilidad: más allá del número de gametos un estudio pone el foco en el ovario. «Descubrimos la vinculación del sistema nervioso en la ovulación»
La ciencia se ha empeñado en desvelar cada uno de los detalles del funcionamiento de la Naturaleza. Uno de sus motivos es «corregirla» cuando haga falta. En el campo de la fertilidad humana, en concreto de la femenina, se persigue alargar el tiempo en el que la ventana permanece abierta para ser madre.
El tictac del reloj biológico es mayor en los ovarios que en otros órganos. «Las probabilidades de embarazo natural en un mes determinado se desploman del 25% a los 25 años a menos del 5% a los 40«, afirma la profesora de Obstetricia, Ginecología y Ciencias Reproductivas en la Universidad de California en San Francisco (USFC), Diana Laird.
La culpa de este descenso acusado no solo es de la cantidad y calidad de los óvulos, sino del lugar donde se alojan: el ovario. «Hemos demostrado que el entorno que rodea a los gametos (las células de soporte, los nervios y el tejido conectivo) también cambia con la edad», apunta Laird.
Esta afirmación subraya nuevos enfoques sobre la fertilidad femenina que proceden de una investigación realizada por un equipo de la USFC y el Chan Zuckerberg Biohub San Francisco. La profesora de la USFC es la autora principal de la publicación del trabajo en Science.
«Nuestro estudio demuestra que el declive de la fertilidad entre los 30 y los 40 años no solo se define por la disminución del número de óvulos y su capacidad para la fecundación, sino también por cambios en el entorno ovárico». Además, añade que, como parte del hogar de los gametos, «descubrimos el papel de los nervios simpáticos y sus posibles interacciones con las células gliales y los vasos sanguíneos en la regulación del crecimiento de los óvulos».
Gabriele Zaffagnini, investigador del FMNS-Instituto de Genética (UoC) de la Universidad de Colonia, sostiene que este trabajo arroja «un poco de luz sobre un proceso que permanece todavía largamente oscuro». A la vez, expone que «podremos entender completamente el envejecimiento ovárico solo si consideramos los cambios que ocurren con la edad en el ovario en conjunto».
Entender estos procesos abre la vía al desarrollo de nuevos métodos para corregir la fertilidad al tiempo que se puede actuar sobre el impacto de una menopausia precoz o las consecuencias de la extracción de un ovario.
A través de este estudio, se intenta desgranar el porqué del envejecimiento ovárico. Juan Antonio García Velasco, Global Chief Scientific Officer del IVI, apunta que «una de las posibles explicaciones es el papel del sistema nervioso, que regula su función». Esta organización ajusta la ovulación, la producción de hormonas y la comunicación con el cerebro a través de neurotransmisores. «Recibe y envía instrucciones a este órgano. Es clave en el ciclo», aclara García Velasco.
Este experto también desgrana el impacto de la estructura del «hogar» del ovario. «Fuera de él hay un sistema vascular, tejido conectivo y el sistema nervioso que regula todo esto. Ahí pone el foco el artículo». Por ello, García Velasco expone que «si estos tejidos se desestructuran, por ejemplo, debido a una cirugía, fibrosis, o alguna patología como quistes o endometriosis, puede haber una pérdida en la cantidad de folículos».
Àlex García-Faura, director Científico de Institut Marquès, también valora las consideraciones a las que ha llegado el trabajo de Laird. Enumera los protagonistas de ese hogar -«el estroma, los vasos sanguíneos y las células gliales crean un microambiente esencial para la maduración ovocitaria«- y argumenta lo que ocurre con la edad: «este tejido pierde elasticidad, se fibrosa y reduce la vascularización, dificultando la comunicación entre ovocitos y células somáticas».
El equipo de investigadores ha llevado una suerte de ‘atlas celular’ del ovario, un mapa que muestra los diferentes tipos de células y cómo cambian con el paso del tiempo. «Al combinar la tecnología de imagen de vanguardia del laboratorio Laird con la experiencia del Biohub en dos tipos de secuenciación unicelular, pudimos comprender el ovario con un detalle sin precedentes», cuenta a través de una nota Norma Neff, directora de la Plataforma de Genómica del Biohub de San Francisco, quien colaboró con Laird en el trabajo. «Este enfoque tecnológico nos permitió descubrir nuevos tipos de células, sentando las bases para futuros descubrimientos en salud reproductiva».
Zaffagnini pone en valor este avance porque «el ovario es un tejido muy complejo y constantemente sujeto a cambios muy importantes debidos a los ciclos de ovulación. En el ovario los óvulos no están aislados, todo lo contrario».
La autora principal de la investigación explica que emplearon modelos humanos in vivo y roedores. Estudiaron ambos para crear una hoja de ruta del envejecimiento mediante imágenes 3D y la secuenciación de genes activos en células individuales. Los cambios en los ovarios de ratones de entre 9 y 12 meses de edad se asemejaron en muchos aspectos a los de los humanos de entre 30 y 40 años.
«Tuvimos la suerte de obtener ovarios humanos, pero no experimentamos con ellos -especifica-, por lo que esta similitud sienta las bases para el uso de ratones de laboratorio y las increíbles herramientas disponibles para modelar el envejecimiento ovárico humano. Los estudios en ratones podrían acelerar el progreso hacia el desarrollo de terapias muy necesarias para la infertilidad y el retraso de la menopausia«.
Entre los hallazgos ya mencionados, Laird se detiene en el significado del descubrimiento de los nervios simpáticos, conocidos por su papel en la respuesta de «lucha o huida», que también desempeñan un papel clave en la regulación del crecimiento de los óvulos en el ovario. «Al inhibir genéticamente la supervivencia de los nervios simpáticos en ratones, observamos más óvulos en reposo y menos en crecimiento, lo que sugiere que los nervios participan en el despertar de los óvulos en sus folículos y en el apoyo a su crecimiento y maduración», explica la investigadora.
«Tanto en humanos como en ratones, observamos que las redes de nervios simpáticos se vuelven más densas a medida que avanza la edad reproductiva». Reconoce que aún desconocen cómo los nervios simpáticos y las células gliales median la maduración folicular, pero «encontramos evidencia de que los factores de crecimiento son producidos por células que envuelven los vasos sanguíneos que crecen alrededor de los folículos. Todo esto apunta a una triple interacción entre nervios, vasos sanguíneos y folículos en crecimiento que actualmente estamos tratando de comprender».
Otro de los puntos que destaca Laird por sus implicaciones clínicas para prolongar la fertilidad o retrasar la menopausia es «el conjunto de nervios y células gliales del ovario como posibles dianas para la preservación de la fertilidad». La investigadora explica cómo: «Al modular la señalización simpática, o posiblemente las señales de guía de los vasos sanguíneos, podría ser posible ralentizar la pérdida de óvulos, prolongando así la ventana reproductiva y potencialmente retrasando la menopausia».
La señalización tiene tres estructuras clave: el sistema simpático, parasimpático y sensorial. «Estos tres sistemas son fundamentales para la producción de hormonas, la foliculogénesis y la respuesta hormonal», contextualiza García Velasco. Además, «hay un sistema nervioso intrínseco en el ovario que trabaja en conjunto con la inervación extrínseca, que está relacionada con estos tres sistemas mencionados».
Aquí García-Faura puntualiza que «el exceso de señalización simpática podría contribuir al estrés oxidativo, la inflamación y la fibrosis del tejido ovárico. Por tanto, el sistema nervioso no solo regula la función hormonal, sino que también influye directamente en la salud y el envejecimiento del ovario».
Una cosa interesante, que apunta el portavoz del IVI, es que este sistema nervioso intrínseco del ovario, «sabemos que a veces se ve alterado por una patología. Por ejemplo, con el síndrome de ovarios poliquístico, sabemos que hay una alteración del sistema nervioso intrínseco y eso hace que el ovario funcione mal y ovule tarde y haya dificultad para tener hijos».
Todos estos detalles tendrían un gran impacto ya que las mujeres pasan más de un tercio de su vida en la posmenopausia, insiste Laird. Dado que el inicio de la menopausia se acompaña de un mayor riesgo de enfermedad cardiovascular, «comprender los cambios vasculares relacionados con la edad en los ovarios puede proporcionar pistas para mejorar la salud cardiovascular en general. Tenemos grandes esperanzas de que el ovario pueda aportar información para proteger la salud cardiovascular«, remacha la investigadora.
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