Con ustedes, La M.O.D.A, esa Maravillosa Orquesta del Alcohol que solo deja resaca emocional. Tras dos años de silencio y cuatro desde el lanzamiento de su anterior trabajo, estos seis amigos de Burgos que desde casi hace 15 años cumplen el sueño de su vida regresan con San Felices, un disco tejido con la calma impropia de estos tiempos y con aroma a hogar, a ese lugar donde, aunque nunca has estado, parece que llevas toda la vida habitando. O, en palabras de los chicos, «lo que sientes cuando, después de estar un tiempo fuera, vuelves a tu pueblo o tu ciudad y ves el cartel en la entrada. Es volver a casa«.
«Después de los ‘bajoneros’ que hemos sido y seguiremos siendo en nuestras letras, creemos que este es nuestro disco más vitalista, lo cual no es decir mucho para La M.O.D.A., porque probablemente sea menos vitalista que muchos«, cuenta entre risas David, su vocalista, en la visita del grupo a redacción de 20minutos. No es más que un fiel reflejo del «gran momento» que vive el grupo: «Siempre hablamos de lo que vivimos, sentimos y la emociones que pasan a nuestro alrededor y que nos inspiran muchas cosas. Claro que se cuela nuestra vida diaria en nuestros textos, pero en este disco quizá tiene más importancia la música que las letras, hemos intentado decir las cosas con el menor número de palabras posible».
«Este disco es lo que sientes cuando, después de estar un tiempo fuera, vuelves a tu pueblo o tu ciudad y ves el cartel en la entrada. Es volver a casa»
Escuchar sus canciones es empaparse de las propias vivencias y experiencias de una banda que nunca ha renunciado a sus esencias: ni a su nombre, ni a su ciudad, ni a su camiseta -por supuesto de tirantes blanca-, ni a su sonido, ni a sus mensajes, ni, sobre todo, a su libertad, de la que hacen gala en cada verso que esconde cada tema de su sexto álbum.
«La presión existe, pero nos gusta hacer las cosas a nuestra manera y hemos estado el tiempo que hemos creído que necesitábamos para hacer el disco». De hecho es la primera vez que nos hemos dado este tiempo, sin estar de gira y dedicándonos a estar en el local puliendo las canciones», reivindican. «Suponemos que en estos momentos en los que todo va tan rápido la industria exige otra cosa, así que estamos muy orgullosos de hacerlas a nuestra manera. Siempre hemos intentado poner el corazón en lo que hacemos. Más que lo que quiera el público, es lo que nos sale a nosotros. En estos momentos, más que nunca, se valora la coherencia, la transparencia y la naturalidad«.
«Siempre hay desgaste cuando estás tantas horas juntos, pero, a la vez, también crece más el amor. Estamos más unidos que nunca, y eso también lo hemos aprendido a base de años y de carretera»
«Y tenemos la suerte de que la gente nos estaba esperando con ganas, lo vemos con la venta de entradas y lo bien que han acogido las canciones», rematan. Se refieren a esa legión de fieles -«los mejores», para ellos- que les siguen y que les han permitido hacer de su pasión su forma de vida. «Lo hablamos entre nosotros. Consideramos que es un milagro vivir de la música tocando un acordeón y un clarinete. Dentro del panorama que ya nos sentimos como si nos hubiera tocado la lotería».
Pero, en esta felicidad, no es oro todo lo que reluce. «Por supuesto que hay momentos malos y de desgaste, físico y mental, sobre todo cuando haces 100 conciertos al año durante doce años. Muchas veces es una cantidad de curro más extramusical que musical», cuentan. «No todo ha sido perfecto, hemos tenido que picar mucha piedra, pero estamos aquí por las canciones, por el público y por nosotros. Es lo que se ve en el escenario, que es nuestro momento más feliz. Todo merece la pena por ese momento».
«Tenemos la suerte de que somos como Superman, a nosotros solo nos reconocen si tenemos la camiseta de tirantes. Es increíble y maravilloso a la vez»
«Siempre hay desgaste cuando estás tantas horas juntos, pero, a la vez, también crece más el amor. Estamos más unidos que nunca, y eso también lo hemos aprendido a base de años y de carretera. Esa es la clave para que los grupos duren muchos años. No dejar de cuidar lo humano, si las personas se cansan, el grupo al final se cae. O lo dejan o siguen, pero se se llevan fatal, duermen en hoteles distintos y viajan en furgonetas distintas… Espero que no nos pase», desean estos ‘obreros’ de la música. «Si la gente nos ve así es que estamos haciendo las cosas bien. Nuestro taller es el local de ensayo, que es donde picamos las canciones hasta que estamos satisfechos y las sacamos. Ese es nuestro oficio, viajar y tocar».
Ese mantra les sirve, quizá, para aplacar el ruido del éxito y la fama. «Tenemos la suerte de que somos como Superman, a nosotros solo nos reconocen si tenemos la camiseta de tirantes. Es increíble y maravilloso a la vez». Pero, ¿y cuando se la quitan? Pues sigue sin pasar ‘nada’. «En Burgos, donde vivimos, la gente te conoce de toda la vida. Nuestros amigos de toda la vida nos valoran por quienes somos más que por lo que hacemos. La M.O.D.A. es ya parte de la ciudad. A nuestro entorno se alegra, pero le da igual si llenamos o no el WiZink (ahora Movistar Arena), cada vez que volvemos a casa, volvemos a la realidad, no nos dejan que nos flipemos».
La banda de folk rock formada por seis amigos de Burgos regresa tras dos años de silencio con ‘San Felices’, un disco tejido sin prisas y con aroma a casa.
Con ustedes, La M.O.D.A, esa Maravillosa Orquesta del Alcohol que solo deja resaca emocional. Tras dos años de silencio y cuatro desde el lanzamiento de su anterior trabajo, estos seis amigos de Burgos que desde casi hace 15 años cumplen el sueño de su vida regresan con San Felices, un disco tejido con la calma impropia de estos tiempos y con aroma a hogar, a ese lugar donde, aunque nunca has estado, parece que llevas toda la vida habitando. O, en palabras de los chicos, «lo que sientes cuando, después de estar un tiempo fuera, vuelves a tu pueblo o tu ciudad y ves el cartel en la entrada. Es volver a casa«.
«Después de los ‘bajoneros’ que hemos sido y seguiremos siendo en nuestras letras, creemos que este es nuestro disco más vitalista, lo cual no es decir mucho para La M.O.D.A., porque probablemente sea menos vitalista que muchos«, cuenta entre risas David, su vocalista, en la visita del grupo a redacción de 20minutos. No es más que un fiel reflejo del «gran momento» que vive el grupo: «Siempre hablamos de lo que vivimos, sentimos y la emociones que pasan a nuestro alrededor y que nos inspiran muchas cosas. Claro que se cuela nuestra vida diaria en nuestros textos, pero en este disco quizá tiene más importancia la música que las letras, hemos intentado decir las cosas con el menor número de palabras posible».
«Este disco es lo que sientes cuando, después de estar un tiempo fuera, vuelves a tu pueblo o tu ciudad y ves el cartel en la entrada. Es volver a casa»
Escuchar sus canciones es empaparse de las propias vivencias y experiencias de una banda que nunca ha renunciado a sus esencias: ni a su nombre, ni a su ciudad, ni a su camiseta -por supuesto de tirantes blanca-, ni a su sonido, ni a sus mensajes, ni, sobre todo, a su libertad, de la que hacen gala en cada verso que esconde cada tema de su sexto álbum.

«La presión existe, pero nos gusta hacer las cosas a nuestra manera y hemos estado el tiempo que hemos creído que necesitábamos para hacer el disco». De hecho es la primera vez que nos hemos dado este tiempo, sin estar de gira y dedicándonos a estar en el local puliendo las canciones», reivindican. «Suponemos que en estos momentos en los que todo va tan rápido la industria exige otra cosa, así que estamos muy orgullosos de hacerlas a nuestra manera. Siempre hemos intentado poner el corazón en lo que hacemos. Más que lo que quiera el público, es lo que nos sale a nosotros. En estos momentos, más que nunca, se valora la coherencia, la transparencia y la naturalidad«.
«Siempre hay desgaste cuando estás tantas horas juntos, pero, a la vez, también crece más el amor. Estamos más unidos que nunca, y eso también lo hemos aprendido a base de años y de carretera»
«Y tenemos la suerte de que la gente nos estaba esperando con ganas, lo vemos con la venta de entradas y lo bien que han acogido las canciones», rematan. Se refieren a esa legión de fieles -«los mejores», para ellos- que les siguen y que les han permitido hacer de su pasión su forma de vida. «Lo hablamos entre nosotros. Consideramos que es un milagro vivir de la música tocando un acordeón y un clarinete. Dentro del panorama que ya nos sentimos como si nos hubiera tocado la lotería».

Pero, en esta felicidad, no es oro todo lo que reluce. «Por supuesto que hay momentos malos y de desgaste, físico y mental, sobre todo cuando haces 100 conciertos al año durante doce años. Muchas veces es una cantidad de curro más extramusical que musical», cuentan. «No todo ha sido perfecto, hemos tenido que picar mucha piedra, pero estamos aquí por las canciones, por el público y por nosotros. Es lo que se ve en el escenario, que es nuestro momento más feliz. Todo merece la pena por ese momento».
«Tenemos la suerte de que somos como Superman, a nosotros solo nos reconocen si tenemos la camiseta de tirantes. Es increíble y maravilloso a la vez»
«Siempre hay desgaste cuando estás tantas horas juntos, pero, a la vez, también crece más el amor. Estamos más unidos que nunca, y eso también lo hemos aprendido a base de años y de carretera. Esa es la clave para que los grupos duren muchos años. No dejar de cuidar lo humano, si las personas se cansan, el grupo al final se cae. O lo dejan o siguen, pero se se llevan fatal, duermen en hoteles distintos y viajan en furgonetas distintas… Espero que no nos pase», desean estos ‘obreros’ de la música. «Si la gente nos ve así es que estamos haciendo las cosas bien. Nuestro taller es el local de ensayo, que es donde picamos las canciones hasta que estamos satisfechos y las sacamos. Ese es nuestro oficio, viajar y tocar».
Ese mantra les sirve, quizá, para aplacar el ruido del éxito y la fama. «Tenemos la suerte de que somos como Superman, a nosotros solo nos reconocen si tenemos la camiseta de tirantes. Es increíble y maravilloso a la vez». Pero, ¿y cuando se la quitan? Pues sigue sin pasar ‘nada’. «En Burgos, donde vivimos, la gente te conoce de toda la vida. Nuestros amigos de toda la vida nos valoran por quienes somos más que por lo que hacemos. La M.O.D.A. es ya parte de la ciudad. A nuestro entorno se alegra, pero le da igual si llenamos o no el WiZink (ahora Movistar Arena), cada vez que volvemos a casa, volvemos a la realidad, no nos dejan que nos flipemos».
20MINUTOS.ES – Cultura