El nuevo Nobel de Literatura, el escritor húngaro, László Krasznahorkai, recibió el pasado año en Marrakech (Marruecos) el premio Formentor de las Letras, por su libro El barón Wenckheim vuelve a casa.
Entre las muchas cosas que el escritor dijo en sus encuentros con la prensa durante la entrega de ese premio en la ciudad árabe, se refirió a la posibilidad de recibir el Nobel, como recogieron los medios, entre ellos El Mundo.
Traducido a más de 40 idiomas y con un gran impulso editorial en Estados Unidos, Francia, los países escandinavos y algunos de Asia, su nombre estaba desde hace tiempo en las quinielas que, por fin, han acertado. «No se qué forma tiene la estatuilla del Formentor (en referencia al premio que recibió), pero si me dieran el Nobel la usaría como escudo», bromeó aludiendo de nuevo al peso literario del galardón español.
De este, el Formentor, valoró: «Es increíble ganar un premio que tienen gigantes como Borges o Beckett». Y se refirió a su fama de escritor político.
«Nunca contemplé el mundo político soviético como material novelable. Yo quería escribir sobre las personas«. Eso sí, «todos despreciábamos el comunismo», aseguró.
«Al poco de publicar mi primera novela me interrogaron en para demostrar que escribía sobre política. Yo lo negaba, pero el inspector se puso tan insistente que le dije: ‘¿cree que querría escribir sobre alguien como usted?'», recordó divertido. El exabrupto no tuvo mayores consecuencias, aunque «me dijeron que si en vez de 1986 hubiera pasado esto 10 años antes me habrían molido a palos. Por suerte, no me pegaron».
El novelista húngaro tiene una obra traducida a más de 40 idiomas.
El nuevo Nobel de Literatura, el escritor húngaro, László Krasznahorkai, recibió el pasado año en Marrakech (Marruecos) el premio Formentor de las Letras, por su libro El barón Wenckheim vuelve a casa.
Entre las muchas cosas que el escritor dijo en sus encuentros con la prensa durante la entrega de ese premio en la ciudad árabe, se refirió a la posibilidad de recibir el Nobel, como recogieron los medios, entre ellos El Mundo.
Traducido a más de 40 idiomas y con un gran impulso editorial en Estados Unidos, Francia, los países escandinavos y algunos de Asia, su nombre estaba desde hace tiempo en las quinielas que, por fin, han acertado. «No se qué forma tiene la estatuilla del Formentor (en referencia al premio que recibió), pero si me dieran el Nobel la usaría como escudo», bromeó aludiendo de nuevo al peso literario del galardón español.
De este, el Formentor, valoró: «Es increíble ganar un premio que tienen gigantes como Borges o Beckett». Y se refirió a su fama de escritor político.
«Nunca contemplé el mundo político soviético como material novelable. Yo quería escribir sobre las personas«. Eso sí, «todos despreciábamos el comunismo», aseguró.
«Al poco de publicar mi primera novela me interrogaron en para demostrar que escribía sobre política. Yo lo negaba, pero el inspector se puso tan insistente que le dije: ‘¿cree que querría escribir sobre alguien como usted?'», recordó divertido. El exabrupto no tuvo mayores consecuencias, aunque «me dijeron que si en vez de 1986 hubiera pasado esto 10 años antes me habrían molido a palos. Por suerte, no me pegaron».
20MINUTOS.ES – Cultura