La de vivienda es una crisis profunda en toda la Unión Europea y ya nadie lo discute. Así se refleja también en un informe elaborado y compartido este miércoles por el Consejo de la UE. Ya es un problema «estructural», definen desde Bruselas, y es una asunto que se debatirá por primera vez este jueves en una cumbre del Consejo Europeo. En diez años (entre 2015 y 2025) los precios de la vivienda subieron un 60,5% en promedio, con aumentos extremos en Hungría (237%), Lituania (147%) y Portugal (147%), mientras que Italia (donde cayeron un 1%) y Finlandia (con una bajada de un 0,4%) fueron las excepciones en el bloque comunitario.
Además, en 2024, los hogares europeos destinaron un 19,2% de su renta disponible a la vivienda, y el 9,8% de los habitantes urbanos gastaron más del 40%. La escasez de oferta, los altos tipos de interés y los costes energéticos han hecho que uno de cada diez hogares no pudiera pagar su alquiler o hipoteca a tiempo. El foco, con todo, se pone en las grandes ciudades: Madrid y Barcelona (74%) están en la cabeza de grandes urbes donde más porcentaje de la renta se destina al alquiler, solo superadas por Lisboa y un poco por encima de Milán, Roma o Dublín.
En ese contexto, el documento señala que el 83% de la población europea vivirá en áreas urbanas en 2050, lo que intensifica las desigualdades entre ciudades en auge y regiones rurales en declive. Desde 2014, las zonas rurales han perdido 8 millones de habitantes, mientras las urbanas han ganado 10 millones. En 2025, alquilar un piso en el centro de Lisboa puede absorber hasta el 116% del salario medio, y la edad promedio de emancipación juvenil en la UE alcanza los 27,4 años, superando los 30 en Grecia, España e Italia. A la vez, existe una carencia de 4 millones de viviendas asequibles y una infrautilización del parque existente: el 33,1% de los europeos vive en hogares demasiado grandes. La vivienda social representa solo 8% del total, con fuertes diferencias entre países (30% en Países Bajos frente a menos del 10% en la mayoría).
La construcción de nuevas viviendas no compensa la demanda: el Banco Europeo de Inversiones estima que faltarían un millón de viviendas para equilibrar el mercado. Los costes de construcción crecieron 56% desde 2010, con picos del 159% en Hungría y 136% en Bulgaria. Tras el repunte post-pandemia, en 2024 la inversión en construcción cayó más de un 2%, especialmente en las mayores economías europeas. Además, el 85% del parque inmobiliario fue construido antes del año 2000, y el 75% presenta baja eficiencia energética, lo que contribuye al 40% del consumo energético total y al 25% de las emisiones de CO2 en la UE. La tasa anual de renovación energética es apenas del 1%, y las “renovaciones profundas” solo alcanzan el 0,2% del total.
Otro punto clave es el papel de los fondos de inversión, que poseen casi la mitad de las nuevas viviendas en Irlanda, el 24% del alquiler privado en Suecia y 40.000 millones en Berlín, elevando precios y fomentando la gentrificación. Los alquileres de corta duración, como los de Airbnb, alcanzaron 152 millones de pernoctaciones en 2024, reduciendo la oferta de alquiler a largo plazo.
El informe recoge que estas tendencias impactan en la competitividad económica -el sector aporta el 5,3% del PIB de la UE- y limitan la movilidad laboral, la productividad y la igualdad de oportunidades, afectando especialmente a los jóvenes y trabajadores de bajos ingresos. La crisis también profundiza la desigualdad patrimonial puesto que la vivienda supone el 63% de la riqueza neta de los hogares, y alimenta la polarización política, vinculada al ascenso del populismo en regiones con precios desbocados o estancados, exponen en su análisis.
Finalmente, el estudio advierte que las soluciones deben adaptarse a los diferentes sistemas nacionales de vivienda y que no existe una política única válida para todos los Estados miembros. Algunas medidas, como los subsidios al alquiler o los controles de renta, pueden generar efectos secundarios como sobreendeudamiento o menor inversión. Otras, como incentivar la inversión institucional o la eficiencia energética, requieren equilibrio para evitar burbujas o aumentos de costes. En conclusión, el Consejo subraya que la vivienda no solo es un bien social esencial, sino un factor decisivo para la cohesión y competitividad de la UE, que exige coordinación entre políticas nacionales, regionales y europeas.
Las conclusiones que saca el Consejo son claras. «Los problemas de vivienda se sitúan en la intersección de las prioridades locales, regionales, nacionales y, por extensión, europeas. Si bien la vivienda es una preocupación en todos los Estados miembros, los ciudadanos de toda la UE tienen diferentes opiniones sobre la mejor manera de abordar el problema», reconoce la institución en su investigación.
Asimismo, la crisis tiene cierta urgencia para los gobiernos a todos los niveles. «A medida que la asequibilidad de la vivienda continúa siendo un desafío creciente en toda Europa, se complica la búsqueda de soluciones eficaces que respondan a necesidades diversas y a realidades cambiantes«, explican, cuando quedan pocas semanas por ejemplo para que la Comisión Europea presente su plan de vivienda asequible, otro de los buques insignia políticos de la segunda legislatura de Ursula von der Leyen.
«Una discusión a nivel de la UE sobre la vivienda también tendría que tener en cuenta tanto la variedad de causas subyacentes como los diversos sistemas de vivienda en los Estados miembros», reconoce el documento, pero también asumen en el Consejo que no hay soluciones mágicas: «Esta diversidad hace difícil elaborar un conjunto de políticas ideales que puedan aplicarse en todos los Estados miembros. Incluso los informes de defensa sobre mejores prácticas señalan que las estrategias exitosas en un país a menudo no pueden transferirse directamente a otro sin modificaciones significativas».
Los precios suben hasta un 237% en algún país y el 85% de los edificios es antiguo en plena crisis de vivienda, según un informe del Consejo.
La de vivienda es una crisis profunda en toda la Unión Europea y ya nadie lo discute. Así se refleja también en un informe elaborado y compartido este miércoles por el Consejo de la UE. Ya es un problema «estructural», definen desde Bruselas, y es una asunto que se debatirá por primera vez este jueves en una cumbre del Consejo Europeo. En diez años (entre 2015 y 2025) los precios de la vivienda subieron un 60,5% en promedio, con aumentos extremos en Hungría (237%), Lituania (147%) y Portugal (147%), mientras que Italia (donde cayeron un 1%) y Finlandia (con una bajada de un 0,4%) fueron las excepciones en el bloque comunitario.
Además, en 2024, los hogares europeos destinaron un 19,2% de su renta disponible a la vivienda, y el 9,8% de los habitantes urbanos gastaron más del 40%. La escasez de oferta, los altos tipos de interés y los costes energéticos han hecho que uno de cada diez hogares no pudiera pagar su alquiler o hipoteca a tiempo. El foco, con todo, se pone en las grandes ciudades: Madrid y Barcelona (74%) están en la cabeza de grandes urbes donde más porcentaje de la renta se destina al alquiler, solo superadas por Lisboa y un poco por encima de Milán, Roma o Dublín.
En ese contexto, el documento señala que el 83% de la población europea vivirá en áreas urbanas en 2050, lo que intensifica las desigualdades entre ciudades en auge y regiones rurales en declive. Desde 2014, las zonas rurales han perdido 8 millones de habitantes, mientras las urbanas han ganado 10 millones. En 2025, alquilar un piso en el centro de Lisboa puede absorber hasta el 116% del salario medio, y la edad promedio de emancipación juvenil en la UE alcanza los 27,4 años, superando los 30 en Grecia, España e Italia. A la vez, existe una carencia de 4 millones de viviendas asequibles y una infrautilización del parque existente: el 33,1% de los europeos vive en hogares demasiado grandes. La vivienda social representa solo 8% del total, con fuertes diferencias entre países (30% en Países Bajos frente a menos del 10% en la mayoría).
La construcción de nuevas viviendas no compensa la demanda: el Banco Europeo de Inversiones estima que faltarían un millón de viviendas para equilibrar el mercado. Los costes de construcción crecieron 56% desde 2010, con picos del 159% en Hungría y 136% en Bulgaria. Tras el repunte post-pandemia, en 2024 la inversión en construcción cayó más de un 2%, especialmente en las mayores economías europeas. Además, el 85% del parque inmobiliario fue construido antes del año 2000, y el 75% presenta baja eficiencia energética, lo que contribuye al 40% del consumo energético total y al 25% de las emisiones de CO2 en la UE. La tasa anual de renovación energética es apenas del 1%, y las “renovaciones profundas” solo alcanzan el 0,2% del total.
Otro punto clave es el papel de los fondos de inversión, que poseen casi la mitad de las nuevas viviendas en Irlanda, el 24% del alquiler privado en Suecia y 40.000 millones en Berlín, elevando precios y fomentando la gentrificación. Los alquileres de corta duración, como los de Airbnb, alcanzaron 152 millones de pernoctaciones en 2024, reduciendo la oferta de alquiler a largo plazo.
El informe recoge que estas tendencias impactan en la competitividad económica -el sector aporta el 5,3% del PIB de la UE- y limitan la movilidad laboral, la productividad y la igualdad de oportunidades, afectando especialmente a los jóvenes y trabajadores de bajos ingresos. La crisis también profundiza la desigualdad patrimonial puesto que la vivienda supone el 63% de la riqueza neta de los hogares, y alimenta la polarización política, vinculada al ascenso del populismo en regiones con precios desbocados o estancados, exponen en su análisis.
Finalmente, el estudio advierte que las soluciones deben adaptarse a los diferentes sistemas nacionales de vivienda y que no existe una política única válida para todos los Estados miembros. Algunas medidas, como los subsidios al alquiler o los controles de renta, pueden generar efectos secundarios como sobreendeudamiento o menor inversión. Otras, como incentivar la inversión institucional o la eficiencia energética, requieren equilibrio para evitar burbujas o aumentos de costes. En conclusión, el Consejo subraya que la vivienda no solo es un bien social esencial, sino un factor decisivo para la cohesión y competitividad de la UE, que exige coordinación entre políticas nacionales, regionales y europeas.
Las conclusiones que saca el Consejo son claras. «Los problemas de vivienda se sitúan en la intersección de las prioridades locales, regionales, nacionales y, por extensión, europeas. Si bien la vivienda es una preocupación en todos los Estados miembros, los ciudadanos de toda la UE tienen diferentes opiniones sobre la mejor manera de abordar el problema», reconoce la institución en su investigación.
Asimismo, la crisis tiene cierta urgencia para los gobiernos a todos los niveles. «A medida que la asequibilidad de la vivienda continúa siendo un desafío creciente en toda Europa, se complica la búsqueda de soluciones eficaces que respondan a necesidades diversas y a realidades cambiantes«, explican, cuando quedan pocas semanas por ejemplo para que la Comisión Europea presente su plan de vivienda asequible, otro de los buques insignia políticos de la segunda legislatura de Ursula von der Leyen.
«Una discusión a nivel de la UE sobre la vivienda también tendría que tener en cuenta tanto la variedad de causas subyacentes como los diversos sistemas de vivienda en los Estados miembros», reconoce el documento, pero también asumen en el Consejo que no hay soluciones mágicas: «Esta diversidad hace difícil elaborar un conjunto de políticas ideales que puedan aplicarse en todos los Estados miembros. Incluso los informes de defensa sobre mejores prácticas señalan que las estrategias exitosas en un país a menudo no pueden transferirse directamente a otro sin modificaciones significativas».
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