En diálogo con EL PUEBLO, el Obispo de Salto reflexiona sobre la ley de eutanasia y plantea una mirada ética, médica y espiritual frente al final de la vida.
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El artículo Monseñor Fajardo: “La dignidad humana no se mide por la productividad, sino por el valor de la vida” ha aparecido primero en EL PUEBLO. En diálogo con EL PUEBLO, el Obispo de Salto reflexiona sobre la ley de eutanasia y plantea una mirada ética, médica y espiritual frente al final de la vida.
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En diálogo con EL PUEBLO, el Obispo de Salto reflexiona sobre la ley de eutanasia y plantea una mirada ética, médica y espiritual frente al final de la vida.
En el marco del reciente debate parlamentario sobre la llamada Ley de Muerte Digna o Eutanasia, Monseñor Arturo Fajardo, Obispo de Salto, compartió con EL PUEBLO su visión sobre el tema, destacando la necesidad de promover una cultura del cuidado y no del descarte.
—Monseñor, ¿cómo recibe la Iglesia la aprobación de esta ley?
Agradezco la posibilidad de comunicarnos sobre este tema tan sensible. Desde la Iglesia, pensamos que esta ley tiene muchas implicancias —económicas, jurídicas, médicas y éticas—, y que debe analizarse con la profundidad que merece. Nosotros expresamos la posición de la comunidad cristiana en un documento titulado “Afrontar el final de la vida. Un aporte al debate público sobre la eutanasia”, donde procuramos ofrecer una mirada humanista y solidaria.
—¿Cuál es el mensaje central de ese documento?
Frente a lo que el Papa Francisco llama la cultura del descarte, proponemos una cultura del cuidado. Sostenemos que la dignidad humana se fundamenta en el solo hecho de pertenecer a la especie humana. La vida de cada persona es bella, única, irrepetible e insustituible. Y aunque limitada y acompañada de sufrimientos, siempre merece ser acogida, protegida, promovida y acompañada en todas sus etapas, incluso en su tramo final.
—¿Cómo se concilia esa visión con el dolor o el sufrimiento de los pacientes?
Valoramos enormemente el desarrollo que ha tenido en Uruguay la medicina paliativa. Su misión es cuidar, aliviar y consolar, humanizando el proceso de muerte de forma profesional, afectuosa y cercana. También la sedación paliativa —cuando el sufrimiento es intolerable y los síntomas son refractarios— es una práctica médica, científica y éticamente correcta, siempre que cuente con el consentimiento del paciente o de sus familiares y sea controlada clínicamente.
—Se ha dicho que la Iglesia se opone a prolongar artificialmente la vida. ¿Qué opina?
Eso es correcto. Nosotros no defendemos el encarnizamiento terapéutico. No es éticamente aceptable intentar prolongar la vida de un paciente a toda costa cuando no hay beneficio real para él. Aplicar procedimientos desproporcionados solo para alargar la agonía es contrario a la ética. Lo que sí defendemos es la vida desde la concepción hasta su fin natural, sin provocar intencionalmente la muerte.
—¿Por qué consideran inaceptable la eutanasia desde el punto de vista ético?
Porque causar la muerte de un enfermo no es éticamente aceptable. Así lo establece la Asociación Médica Mundial y el propio Código de Ética Médica uruguayo (Ley 19.286, artículo 46), donde se indica que la eutanasia activa —es decir, la acción u omisión que acelera la muerte— es contraria a la ética de la profesión. El médico nunca debería ser partícipe de una conducta que provoque activamente la muerte de otro ser humano.
—¿Qué riesgos observa en la aprobación de esta ley?
Creemos que puede inducir al error y abrir la puerta a violaciones de la dignidad de la persona humana. Expresiones como “sufrimiento insoportable”, “autonomía absoluta” o “vida digna de ser vivida” son conceptos ambiguos, que en la práctica han dado lugar a abusos en otros países. Y en un país como el nuestro, con un índice de suicidios tan alto, debemos cuidar el valor absoluto e irrenunciable de la vida humana.
—¿Cómo definiría el desafío actual?
Vivimos en una sociedad donde muchas personas son descartadas: los enfermos, los ancianos, los desempleados. Frente a eso, necesitamos una cultura del cuidado. Cuidarnos, cuidar a los demás y no cansarnos de cuidar. Esa es la base de una sociedad verdaderamente humana.
La dignidad humana no se mide por la productividad, sino por el valor sagrado de la vida.
— Monseñor Arturo Fajardo, Obispo de Salto
📘 El documento “Afrontar el final de la vida” puede descargarse desde el sitio web de la Conferencia Episcopal del Uruguay. El texto fue recientemente reafirmado por el Consejo Permanente de la CEU.
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