El museo Louvre, uno de los más importantes del mundo, con arte y joyas de incalculable valor, se convirtió el pasado domingo en escenario de un robo de película. Los ladrones vestidos de obreros lograron acceder a la pinacoteca en la hora de apertura del museo (9:30 h) y sustraer ocho joyas de gran relevancia pertenecientes a la colección de Napoleón y de los reyes franceses situadas en la Galería de Apolo. Este hecho ha propiciado que el nombre Eugenia de Montijo se encuentre en el centro mediático, ¿por qué?
Conocida por los franceses como ‘la española’, María Eugenia de Palafox Portocarrero y Kirkpatrick, alias Eugenia de Montijo, fue una de las figuras españolas más seguidas de su generación por su inteligencia y estilo. Se convirtió en la mujer de Napoleón III, emperatriz de Francia y cuñada del XV duque de Alba, y algunas de las joyas sustraídas del Louvre fueron parte de su joyero personal, entre ellas, la corona dañada que el museo pudo recuperar, ya que los ladrones la perdieron en su huida.
Quién fue Eugenia de Montijo
Nacida en Granada el 5 de mayo de 1826, Eugenia de Montijo creció en una familia de la aristocracia marcada por el exilio y la política. Llegó a París años más tarde fruto de un desengaño amoroso en España y viviendo junto a su madre, rehízo su vida en tierras francesas. Allí logró ser reconocida como ‘la española’, que destacaba por su inteligencia y su gran gusto por la moda, y sobre todo por las joyas, que la convirtió en todo un icono, reconocida hoy como la primera influencer.
Esta gran influencia la llevó a convertirse en esposa de Napoleón III en una ceremonia que se celebró en Nôtre-Dame. La «bella española», como la llamaba su esposo, se convirtió, además, en una importante mujer capaz de gestionar la política cuando Napoleón III se encontraba ausente. Su mayor lastre fue la pérdida de su hijo Napoleón Eugenio Luis Bonaparte durante la guerra anglo-zulú en África en 1879.
Sus últimos años los pasó entre Inglaterra y España, sobre todo, en el Palacio de Liria en Madrid. Fue en la capital española donde murió a los 94 años allá por 1920 y fue enterrada en la Cripta Imperial de la Abadía de Saint Michael en Farnborough, Inglaterra, en el mismo mausoleo que ella mismo mandó a construir para descansar junto a los restos de su esposo.
La joyas robadas del Louvre que pertenecieron a Eugenia de Montijo
Una de las piezas sustraídas del museo Louvre y que pertenecieron a Eugenia de Montijo ha sido la diadema de perlas que le regaló Napoleón III. Esta espectacular tiara fue un obsequio que la española recibió el día de su boda en el año 1853. Se compone de 212 perlas y casi 2.000 diamantes. La diadema estuvo durante un tiempo en manos de la familia von Thurn und Taxis, y Gloria von Schönburg-Glauchau terminó vendiéndosela a los Amigos del Museo del Louvre para hacer frente a deudas heredadas.
Otra de las piezas robadas que perteneció al joyero de Eugenia de Montijo es el gran lazo con el que decoraba el corpiño de sus vestidos de gala. Esta pieza fue creada por François Kramer en 1855 como un cinturón, pero Eugenia mandó convertirlo en un broche en plata, oro y diamantes. Lo lució así en grandes citas como la visita de la reina Victoria al Palacio de Versalles en agosto de 1855 o en el bautizo del príncipe Imperial. Antes de llegar al Louvre en 2008, la pieza perteneció a la familia Astor durante más de un siglo.
Este broche con incrustaciones de diamantes elaborado por Paul-Alfred Bapst en 1855 fue otra de las peticiones de la emperatriz Eugenia. Compuesto de 92 diamantes en diferentes tamaños, como es habitual en estas piezas, contiene una reliquia sagrada como la cruz, símbolo de la fe cristiana de la emperatriz.
La corona perdida en la huida y recuperada por el Louvre, la pieza de mayor valor
Entre las piezas robadas, la de más valor se trataba de la corona de la emperatriz Eugenia de Montijo. Sin embargo, la torpeza de los ladrones hizo que se perdiera en la huida y que el museo recuperó dañada, según informó el Ministerio de Cultura de Francia.
La corona, de un valor incalculable, es una ornamentada pieza de oro con ocho arcos en forma de águila, más de 1.300 diamantes y 56 esmeraldas.
Los ladrones robaron ocho joyas de incalculable valor de la colección de Napoleón y los reyes franceses.
El museo Louvre, uno de los más importantes del mundo, con arte y joyas de incalculable valor, se convirtió el pasado domingo en escenario de un robo de película. Los ladrones vestidos de obreros lograron acceder a la pinacoteca en la hora de apertura del museo (9:30 h) y sustraer ocho joyas de gran relevancia pertenecientes a la colección de Napoleón y de los reyes franceses situadas en la Galería de Apolo. Este hecho ha propiciado que el nombre Eugenia de Montijo se encuentre en el centro mediático, ¿por qué?
Conocida por los franceses como ‘la española’, María Eugenia de Palafox Portocarrero y Kirkpatrick, alias Eugenia de Montijo, fue una de las figuras españolas más seguidas de su generación por su inteligencia y estilo. Se convirtió en la mujer de Napoleón III, emperatriz de Francia y cuñada del XV duque de Alba, y algunas de las joyas sustraídas del Louvre fueron parte de su joyero personal, entre ellas, la corona dañada que el museo pudo recuperar, ya que los ladrones la perdieron en su huida.
Quién fue Eugenia de Montijo

Nacida en Granada el 5 de mayo de 1826, Eugenia de Montijo creció en una familia de la aristocracia marcada por el exilio y la política. Llegó a París años más tarde fruto de un desengaño amoroso en España y viviendo junto a su madre, rehízo su vida en tierras francesas. Allí logró ser reconocida como ‘la española’, que destacaba por su inteligencia y su gran gusto por la moda, y sobre todo por las joyas, que la convirtió en todo un icono, reconocida hoy como la primera influencer.
Esta gran influencia la llevó a convertirse en esposa de Napoleón III en una ceremonia que se celebró en Nôtre-Dame. La «bella española», como la llamaba su esposo, se convirtió, además, en una importante mujer capaz de gestionar la política cuando Napoleón III se encontraba ausente. Su mayor lastre fue la pérdida de su hijo Napoleón Eugenio Luis Bonaparte durante la guerra anglo-zulú en África en 1879.
Sus últimos años los pasó entre Inglaterra y España, sobre todo, en el Palacio de Liria en Madrid. Fue en la capital española donde murió a los 94 años allá por 1920 y fue enterrada en la Cripta Imperial de la Abadía de Saint Michael en Farnborough, Inglaterra, en el mismo mausoleo que ella mismo mandó a construir para descansar junto a los restos de su esposo.
La joyas robadas del Louvre que pertenecieron a Eugenia de Montijo

Una de las piezas sustraídas del museo Louvre y que pertenecieron a Eugenia de Montijo ha sido la diadema de perlas que le regaló Napoleón III. Esta espectacular tiara fue un obsequio que la española recibió el día de su boda en el año 1853. Se compone de 212 perlas y casi 2.000 diamantes. La diadema estuvo durante un tiempo en manos de la familia von Thurn und Taxis, y Gloria von Schönburg-Glauchau terminó vendiéndosela a los Amigos del Museo del Louvre para hacer frente a deudas heredadas.

Otra de las piezas robadas que perteneció al joyero de Eugenia de Montijo es el gran lazo con el que decoraba el corpiño de sus vestidos de gala. Esta pieza fue creada por François Kramer en 1855 como un cinturón, pero Eugenia mandó convertirlo en un broche en plata, oro y diamantes. Lo lució así en grandes citas como la visita de la reina Victoria al Palacio de Versalles en agosto de 1855 o en el bautizo del príncipe Imperial. Antes de llegar al Louvre en 2008, la pieza perteneció a la familia Astor durante más de un siglo.

Este broche con incrustaciones de diamantes elaborado por Paul-Alfred Bapst en 1855 fue otra de las peticiones de la emperatriz Eugenia. Compuesto de 92 diamantes en diferentes tamaños, como es habitual en estas piezas, contiene una reliquia sagrada como la cruz, símbolo de la fe cristiana de la emperatriz.
La corona perdida en la huida y recuperada por el Louvre, la pieza de mayor valor

Entre las piezas robadas, la de más valor se trataba de la corona de la emperatriz Eugenia de Montijo. Sin embargo, la torpeza de los ladrones hizo que se perdiera en la huida y que el museo recuperó dañada, según informó el Ministerio de Cultura de Francia.
La corona, de un valor incalculable, es una ornamentada pieza de oro con ocho arcos en forma de águila, más de 1.300 diamantes y 56 esmeraldas.
20MINUTOS.ES – Internacional