Los primeros días de octubre son perfectos para rebañar las últimas notas del sol veraniego con una cita musical, gastronómica y playera diferente, alejada de los grandes recintos festivales y con una marcada intención ecológica, como el SON Estrella Galicia Poseidonia.
Entre el 2 y el 5 de octubre, Formentera ha acogido una nueva edición del festival, auspiciado por la cervecera gallega y con un carácter abiertamente naturista: es el único festival certificado con una tasa de reciclabilidad en sus residuos del 99,7%.
Este año, en su ya novena edición, el festival ha contado con un cartel diverso que, como es costumbre, no se ha revelado hasta el último momento; los pocos afortunados asistentes al festival, no más de trescientos cincuenta, compran sus entradas a ciegas y deben esperar hasta la misma mañana de inicio de la cita para ver si alguno de sus grupos favoritos se encuentra entre los seleccionados.
Esos asistentes precisamente son tan escasos porque el modelo que busca SON Estrella Galicia está lejos de la influencia de las grandes fechas con enormes carteles y miles de asistentes; la organización busca edición tras edición un evento mimado, casi íntimo, donde todo el disfrute se centre en la música, la gastronomía y el contacto con un entorno tan bello como la isla de Formentera.
Este modelo mínimo también tiene sus contras, como el precio de las entradas, que ronda los cuatrocientos euros por persona – incluyen el abono para los tres días de festival y las experiencias gastronómicas, además de una barra libre de cerveza –, y que las entradas vuelen nada más ponerse a la venta. De hecho, la organización ha asegurado a 20minutos que las entradas para esta edición se han vendido en solo media hora.
Respecto a la música, SON Estrella Galicia apuesta, además de por los conciertos íntimos, por la diversidad de sonidos y la cultura melómana: el objetivo es descubrir nuevos grupos en un entorno idílico; experimentar con todo, también con los estilos, para huir así de los géneros.
Tras la caña de bienvenida del jueves, el festival daba su pistoletazo de salida el viernes, tres de octubre, con la implacable actuación de Carlos Ares, un cantautor gallego que se ha posicionado como una nueva y firme voz del género.
El coruñés aprovechó el privilegiado escenario de la plaza de Sant Ferran de Ses Roques – al que, por cierto, también pudieron acceder los vecinos del pueblo – para deleitar con su potentísimo directo, cargado de energía galega e influencia folk, y dejar el paso abierto al terremoto angolo-portugués de Throes + The Shine.
Este enérgico trío, formado al calor del kuduro y las influencias urbanas, transformó la placita en un no lugar a caballo entre el rito religioso y la clase de zumba; aquello fue un no parar de bailes que el potentísimo MC del trío, Mob Dedaldino, se encargó de alimentar.
Para el sábado, la experiencia se trasladó al completo al hotel Gecko, no sin antes disfrutar los asistentes de un paseo en catamarán o una ruta por el interior de la isla, donde pudieron escuchar en los mejores entornos naturales a artistas como Las nietas de Charli o Inés de Lis.
Ya por la noche y en los jardines del Gecko, los conciertos fueron prologados por una experiencia gastronómica a manos de cuatro chefs locales y una cata quesera protagonizada por los Airas Moniz que abriría el apetito musical para lo que se vendría.
En el escenario, a poco más de cincuenta metros del otoñal Mediterráneo, los experimentalísimos AK/DK precedieron el concierto fuerte de la jornada, el de The Vaccines.
Los primeros, dueto electrónico británico, ofrecieron un show diferente, protagonizado por dos baterías y un micrófono con distorsión que no dejó quieto a nadie. Los segundos, The Vaccines, uno de los esenciales del pop y rock británico de los últimos años, también destacaron por su potencia y por convertir el rinconcito isleño en un auténtico karaoke en inglés.
Para el domingo, y a modo de despedida, se pudo disfrutar de los conciertos de María Terremoto y David Bay, que cerraron con maestría la novena edición de un festival que, a punto de cumplir diez años, ha decidido no crecer ni contaminar.
La cita festivalera conquistó a sus trescientos cincuenta asistentes y consolidó su exclusivo formato como una alternativa a los grandes recintos
Los primeros días de octubre son perfectos para rebañar las últimas notas del sol veraniego con una cita musical, gastronómica y playera diferente, alejada de los grandes recintos festivales y con una marcada intención ecológica, como el SON Estrella Galicia Poseidonia.
Entre el 2 y el 5 de octubre, Formentera ha acogido una nueva edición del festival, auspiciado por la cervecera gallega y con un carácter abiertamente naturista: es el único festival certificado con una tasa de reciclabilidad en sus residuos del 99,7%.
Este año, en su ya novena edición, el festival ha contado con un cartel diverso que, como es costumbre, no se ha revelado hasta el último momento; los pocos afortunados asistentes al festival, no más de trescientos cincuenta, compran sus entradas a ciegas y deben esperar hasta la misma mañana de inicio de la cita para ver si alguno de sus grupos favoritos se encuentra entre los seleccionados.
Esos asistentes precisamente son tan escasos porque el modelo que busca SON Estrella Galicia está lejos de la influencia de las grandes fechas con enormes carteles y miles de asistentes; la organización busca edición tras edición un evento mimado, casi íntimo, donde todo el disfrute se centre en la música, la gastronomía y el contacto con un entorno tan bello como la isla de Formentera.
Este modelo mínimo también tiene sus contras, como el precio de las entradas, que ronda los cuatrocientos euros por persona – incluyen el abono para los tres días de festival y las experiencias gastronómicas, además de una barra libre de cerveza –, y que las entradas vuelen nada más ponerse a la venta. De hecho, la organización ha asegurado a 20minutos que las entradas para esta edición se han vendido en solo media hora.
Respecto a la música, SON Estrella Galicia apuesta, además de por los conciertos íntimos, por la diversidad de sonidos y la cultura melómana: el objetivo es descubrir nuevos grupos en un entorno idílico; experimentar con todo, también con los estilos, para huir así de los géneros.

Tras la caña de bienvenida del jueves, el festival daba su pistoletazo de salida el viernes, tres de octubre, con la implacable actuación de Carlos Ares, un cantautor gallego que se ha posicionado como una nueva y firme voz del género.
El coruñés aprovechó el privilegiado escenario de la plaza de Sant Ferran de Ses Roques – al que, por cierto, también pudieron acceder los vecinos del pueblo – para deleitar con su potentísimo directo, cargado de energía galega e influencia folk, y dejar el paso abierto al terremoto angolo-portugués de Throes + The Shine.
Este enérgico trío, formado al calor del kuduro y las influencias urbanas, transformó la placita en un no lugar a caballo entre el rito religioso y la clase de zumba; aquello fue un no parar de bailes que el potentísimo MC del trío, Mob Dedaldino, se encargó de alimentar.

Para el sábado, la experiencia se trasladó al completo al hotel Gecko, no sin antes disfrutar los asistentes de un paseo en catamarán o una ruta por el interior de la isla, donde pudieron escuchar en los mejores entornos naturales a artistas como Las nietas de Charli o Inés de Lis.
Ya por la noche y en los jardines del Gecko, los conciertos fueron prologados por una experiencia gastronómica a manos de cuatro chefs locales y una cata quesera protagonizada por los Airas Moniz que abriría el apetito musical para lo que se vendría.
En el escenario, a poco más de cincuenta metros del otoñal Mediterráneo, los experimentalísimos AK/DK precedieron el concierto fuerte de la jornada, el de The Vaccines.

Los primeros, dueto electrónico británico, ofrecieron un show diferente, protagonizado por dos baterías y un micrófono con distorsión que no dejó quieto a nadie. Los segundos, The Vaccines, uno de los esenciales del pop y rock británico de los últimos años, también destacaron por su potencia y por convertir el rinconcito isleño en un auténtico karaoke en inglés.
Para el domingo, y a modo de despedida, se pudo disfrutar de los conciertos de María Terremoto y David Bay, que cerraron con maestría la novena edición de un festival que, a punto de cumplir diez años, ha decidido no crecer ni contaminar.
20MINUTOS.ES – Cultura