<p>Hasta hace unos días, la familia de César Guillén acumulaba muchas preguntas y casi ninguna respuesta. En los 16 años de vida del joven nadie había podido dar con la causa del <strong>extraño trastorno</strong> que padece. Tampoco nadie había sabido explicarles cuál sería su evolución o su pronóstico más probable… Por no tener, la enfermedad de César no tenía ni nombre.</p>
140 expertos internacionales reunidos durante 48 horas en Murcia resuelven el caso de este joven murciano y otros cinco niños con enfermedades raras que llevaban años buscando la causa de sus problemas
Hasta hace unos días, la familia de César Guillén acumulaba muchas preguntas y casi ninguna respuesta. En los 16 años de vida del joven nadie había podido dar con la causa del extraño trastorno que padece. Tampoco nadie había sabido explicarles cuál sería su evolución o su pronóstico más probable… Por no tener, la enfermedad de César no tenía ni nombre.
«Hemos pasado toda su vida buscando un diagnóstico», musita su madre, Reina Flores, antes de desgranar los múltiples síntomas que presenta este adolescente murciano. «Lo más preocupante, por los fuertes dolores que le causan, son los problemas óseos», explica Flores. Debido a un crecimiento anormal de sus huesos, que también se engrosan, César padece múltiples complicaciones que a día de hoy «hacen que le cueste estar de pie más de 20 minutos». La enfermedad también le provoca malformaciones en los dedos, talla baja, unos rasgos físicos particulares y cierta discapacidad intelectual, entre otros signos. Un ramillete de alteraciones que, hasta ahora, nadie había conseguido descifrar.
Hace unos días, sin embargo, este hueco siempre vacío en su diagnóstico pudo por fin rellenarse gracias a la labor de 140 expertos de distintas disciplinas científicas que, de forma completamente altruista, se reunieron durante dos días en Murcia en el primer hackathon orientado al diagnóstico de pacientes pediátricos con enfermedades raras de España y América Latina.
Después de 16 años de incertidumbre, esta colaboración por fin conseguía una certeza y, sobre todo, un nombre. El trabajo en equipo reveló que lo que César padece es el llamado síndrome de Lenz-Majewski, un extraño trastorno del que apenas hay 12 casos documentados en la literatura científica.
A Reina Flores se le quiebra un poco la voz al recordar el momento en que la llamaron para darle la noticia. «No me lo podía creer», dice, emocionada. «Después de tantos años buscando, por fin teníamos una respuesta».
El de César fue el primer caso resuelto del hackathon, organizado por los hospitales Sant Joan de Déu de Barcelona y Virgen de la Arrixaca de Murcia, ambos pertenecientes a la Red Únicas, y en colaboración con las redes IMPaCT Genómica-CIBERER y FEDER. Pero en las 48 horas que duró la reunión, los distintos perfiles de pediatras, genetistas, bioinformáticos o neurocientíficos allí congregados consiguieron descifrar el diagnóstico de otros cinco casos más. Nada menos que la mitad del reto que se habían planteado al inicio.
La genetista Julia del Rincón, especialista del Hospital Sant Joan de Déu de Barcelona, es una de las expertas que hizo posible el diagnóstico de César. «Éramos un equipo de personas con distintas formaciones y no habíamos trabajado antes juntos, así que decidimos hacer pequeños grupos para trabajar», explica Del Rincón, que formaba parte del equipo Flamenco.
A las pocas horas de haber empezado, uno de los especialistas encontró un hilo del que empezar a tirar y, desde sus diferentes disciplinas, todos los profesionales involucrados en el grupo se volcaron en desenmarañar aquella complicada madeja. Unas cuantas pruebas y comprobaciones más tarde tenían la clave, recuerda Del Rincón: el origen del problema estaba en una alteración en el gen PTDSS1.
«Esta manera de trabajar, en la que perfiles muy diferentes trabajan en conjunto y disponen de técnicas robustas e innovadoras ayuda a ser mucho más eficiente», explica Toni Martínez, jefe de Genética Médica del Hospital Sant Joan de Déu y coordinador de la reunión. «La posibilidad de que, ante una sospecha clínica, puedas contar directamente con un genetista de laboratorio o un bioinformático y obtener resultados de forma casi inmediata agiliza muchísimo el trabajo».
En el encuentro, subraya, participó un grupo de casi 140 profesionales, procedentes de 14 países diferentes y 62 instituciones distintas. Todos con el objetivo de hallar «soluciones innovadoras» que ayuden también en el futuro a diagnosticar las enfermedades raras de una forma más ágil.
Además de la clínica detallada de los pacientes, los expertos manejaron plataformas de análisis genómico, transcriptómico y epigenómico de última generación para buscar respuestas en el ADN de los enfermos. «Fue muy emocionante para nosotros poder dar diagnóstico a pacientes que, como en el caso de César, llevaban muchos años esperando al menos poder ponerle nombre a su enfermedad», señalan Martínez y Del Rincón.
A día de hoy, recuerdan, prácticamente la mitad de las personas que padecen una enfermedad rara -las patologías que afectan a menos de 5 de cada 10.000 personas- sigue sin tener un diagnóstico preciso y menos del 8% de ellos puede acceder a un tratamiento específico para su dolencia. Pese a los avances en la medicina genómica y las tecnologías de secuenciación disponibles, poner nombre a determinados trastornos sigue siendo complicado. «Hacen falta estrategias innovadoras que mejoren la precisión y eficiencia del diagnóstico», recuerdan.
Poner nombre a la enfermedad que un paciente padece es importante aunque eso no vaya a cambiar el curso de la enfermedad. «Siempre ayuda a establecer un pronóstico, a marcar un camino o una ruta de viaje a partir de la cuál es más fácil prevenir posibles complicaciones y prever cómo puede evolucionar la enfermedad en base a la historia que exista de otros pacientes ya descritos», señala Martínez.
En el caso de César, explica, el diagnóstico puede ayudar a hacer un mejor seguimiento de los problemas óseos y articulares que padece el paciente, así como plantear tratamientos ortopédicos específicos que puedan servir para evitar nuevas complicaciones. «El diagnóstico no lo es todo, pero sí lo cambia todo», coincide Encarna Guillén, jefa del área de Genética del Hospital Sant Joan de Déu y directora estratégica del proyecto Únicas SJD, quien añade que saber la causa del problema también permite averiguar si la enfermedad es hereditaria y pueden prevenirse otros casos en la familia, así como la identificación de dianas a las que dirigir posibles tratamientos.
A los seis casos que se resolvieron en las 48 horas del hackathon que se celebró en Murcia la semana pasada aprovechando que la ciudad acogía dos congresos sobre genética -el XXIX Congreso Nacional de Genética Humana y el II Congreso Iberoamericano de Genética Médica y Medicina Genómica- podrían unirse pronto nuevos diagnósticos, ya que la colaboración forjada en la reunión no ha terminado, señalan los expertos consultados. Esta previsto que los profesionales «continúen trabajando durante tres meses en equipo en los casos que no se hayan podido diagnosticar», adelanta Guillén, quien subraya que además de destapar nuevos casos, el objetivo de la reunión es «impulsar una red colaborativa de expertos en técnicas avanzadas y un modelo innovador de trabajo que permita resolver enfermedades no diagnosticadas», añade.
La iniciativa, enmarcada en la Red Únicas, está inspirada en los hackathon organizados por la Fundación Wilhelm, creada por el matrimonio sueco de Mikk y Helene Cederroth, quienes perdieron a sus hijos Wilhelm, Hugo y Emma a causa de una enfermedad sin diagnosticar. Los encuentros auspiciados por esta iniciativa han permitido ayudar a varias familias que llevaban años intentando poner nombre al trastorno que padecen sus hijos.
«La red va a seguir trabajando», confirma Martínez. «Hay otros dos pacientes en los que se han obtenido pistas muy buenas para seguir profundizando y llevar a cabo estudios funcionales que permitan que la sospecha que ya tenemos se convierta definitivamente en un diagnóstico. Y en el resto de casos también se van a seguir explorando posibilidades».
Entre los perfiles que siguen pendientes de resultados está el de Sofía, que lleva más de 18 años sin saber cuál es el origen de los problemas que padece. La única etiqueta que, de momento, tiene su enfermedad es que provoca un retraso madurativo, lo que se traduce en alteraciones cognitivas, crisis epilépticas, y dificultades en el desarrollo. «Me gustaría saber cuál es el problema que tiene, más que para poder solventarlo, algo que creo que ya no sería posible, para poder dirigir mejor las terapias de estimulación», plantea su padre, José Antonio López, quien también piensa en el porvenir de su otro hijo, Jaime, que ahora tiene 14 años. «Si en el futuro quiere ser padre sería fundamental saber si tiene o no algún riesgo en su ADN», señala.
Los análisis llevados a cabo en el caso de César han permitido destapar que la alteración que porta en su gen PTDSS1 es una mutación de novo, es decir, que se produjo de forma espontánea en los primeros momentos de su desarrollo fetal. No fue heredada de sus progenitores y, por tanto, sus hermanos, Reina, Nati y Ezequiel, no la portan.
«Hay muchas cosas que no sabíamos y ahora ya vamos a saber», confirma Reina Flores, la madre de César, con quien hablamos por teléfono mientras César practica uno de sus hobbies favoritos: cocinar. «Le gusta mucho ayudarme en la cocina, sobre todo preparando postres», relata. «Y muchas veces le digo que no porque me da miedo que se corte. Pero insiste tanto que al final le dejo y mientras yo guiso se pone a mi lado a prepararlo. Siempre con chocolate, que es lo que más le gusta. Le cuesta mucho estar de pie pero disfruta mucho con eso».
Flores asegura «no tener palabras» para poder agradecer a todos los profesionales que han permitido destapar el diagnóstico de su hijo. Pudo darles un abrazo en persona, pocas horas después del diagnóstico, y se emociona al recordarlo, días después: «Fue algo muy bonito, verdaderamente muy especial. Lloramos nosotros y también ellos, todos abrazando a César, que parecía el rey ese día».
Antes de colgar, Flores no quiere dejar pasar la oportunidad de agradecer también a todos los profesionales que han atendido a su hijo a lo largo de estos años, tanto en la consulta, como en las innumerables ocasiones que han tenido que ir a urgencias a causa de una complicación de la enfermedad. «Por favor, cuidemos a los médicos», suplica. «Son uno de los mejores tesoros que tenemos».
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